Sin embargo, a Laurel no le importaba en absoluto la competencia que planteaba esta mujer. Ella se cuidó de seguir manteniendo esta actitud, y tomó el vino con calma, pisó los zapatos de tacón de cinco centímetros y se encaminó hacia la habitación 308.
Al retirarse no se dio cuenta de la intrigante expresión que se instaló en los labios ocultos de Mary.
La habitación 308 era una de categoría VIP, por lo cual se le consideraba exclusiva. En su interior estaba pernoctando uno de los hombres más distinguidos de la ciudad. Sin embargo, había trascendido que se trataba de un tipo bastante irascible. Y esta noche, él estaba de un humor especialmente amargo. Antes que llegara Laurel, ya él había despedido a tres camareras que fueron a servirle el vino.
Entonces enviar a la joven a esta habitación había sido un plan de Mary, quien pensó que si el huésped la echaba, sería el pretexto ideal y la oportunidad que ella aprovecharía para despedirla.
No obstante, Laurel no pareció notar nada fuera de lo común. Se paró frente a la puerta de la habitación 308 y llamó a la puerta, "¡Estoy aquí trayendo su vino, señor! ¡Voy a entrar ahora!", se anunció.
Una vez que se presentó, ella procedió a abrir la puerta.
En comparación con el ruido habitual de otras habitaciones, aquí solo había silencio. A ella le pareció extraño.
Las cejas de Laurel se fruncieron y mientras se quedó atrapada en la duda, ella observó la habitación con una mirada amplia. Finalmente, giró la cabeza y vio a un hombre que se encontraba sentado en el sofá, cerca de la puerta.
La sorpresa hizo que la joven tuviera un movimiento repentino en sus cejas.
A todas estas, el hombre permanecía inmóvil con los ojos cerrados, en tanto que su esbelta figura estaba recostada lánguidamente contra el sofá de terciopelo. Él tenía puesta una chaqueta cortavientos negra. Era alto, erguido y se le veía encantador. A ella le pareció que tenía una apariencia digna, ya que su cabello negro azabache lo llevaba peinado hacia atrás, lo cual revelaba su delicado y distintivo rasgo facial.
Ella precisó que su piel era más clara que la de una mujer, y contrastaba con sus elegantes cejas. Él tenía una nariz alta y recta, sus labios lucían un color cereza en forma comprimida exhibiendo una línea dura y fría.
Se podría decir que a simple vista no era una persona fácil de tratar.
Laurel, con el vino en las manos, se hizo de coraje para caminar hacia él. Detrás de ella la puerta se cerró automáticamente y produjo un sonido bastante fuerte.
El hombre, que todavía descansaba y mantenía los ojos cerrados hasta hace un momento, de repente mostró una expresión dura en su rostro, y lentamente abrió sus ojos y miró a Laurel.
Aquellos ojos estaban enrojecidos, y su mirada era extremadamente fría, como la de un león que observaba con los ojos bien abiertos. El aire que expandía su personalidad era de un único y agresivo emperador. La impresión que expandía semejaba la de un señor supremo noble y arrogante, y Laurel se manifestaba cual una pequeña presa que había llamado su atención.
En efecto, la mirada que lanzó fue abrasiva e hizo que ella se sacudiera por dentro. Conmovida, casi que se le cayó el vino de tan caro valor que tenía en las manos.
De inmediato ella sintió un sudor frío que brotó de su espalda, y trató de mantener la calma, armándose de valor antes de comenzar a caminar en su dirección. La distancia entre los dos, inevitablemente, se hizo menor a medida que sus pasos avanzaban hacia él.
La joven llevaba un uniforme de mesonera hecho a la medida, y, además, el diseño de la prenda había sido pensado para que quien se lo pusiera revelara algo más allá de lo que mostraba, y para que el espectador pudiera imaginar lo que no se veía.
Entonces se inclinó, y mostró los destellos tentadores de sus pechos, de manera que desde donde estaba sentado Gregary, se podía ver todo con claridad. Laurel, sin embargo, no se daba cuenta de lo que sucedía, por lo que actuaba felizmente.
En ese momento percibió una tenue fragancia de jazmín, y no era el olor a perfume que ella odiaba, esta sensación era diferente.
Gregary, aún inmutable, durante un rato solo miró los movimientos de Laurel, mientras se burlaba en silencio. Sin embargo, le parecía que esta mujer era obviamente más inteligente que las que la precedieron. Incluso, pensó, ella sabía qué hacer para complacerlo.
Pero ella daba la impresión de sentirse presa por el miedo. Aunque él no tenía la seguridad plena de que esto fuera así, tampoco había forma de saberlo al cien por ciento.
Aún así él fue un poco más lejos, por lo que ya estaba comenzando a preguntarse: cómo ella "accidentalmente" podría caer en su regazo.
Él asistiría hoy a una fiesta, y se cuidaba de que no le sirvieran droga en la bebida. Esto le recordó el caos que sucedió hace cinco años. ¡Se sintió en ese entonces extremadamente incómodo, por lo que deseaba encontrar a alguien en quien poder desahogar su ira y reclamarle por lo sucedido!
Ahora, si esta mujer en verdad podía satisfacerlo, hasta pasaría la noche con ella. ¡Al menos, por los momentos, parecía bastante interesante!
Por su parte, Laurel hizo todo lo posible por ignorar la mirada del hombre. Solo tenía su foco puesto hacia adelante, evitando de que le temblaran las manos. Por eso, puso con cuidado la botella de vino dorada sobre la mesa de cristal y dijo suavemente: "¡Señor, aquí está su bebida!"
Los agudos ojos del hombre se posaron en ella, pero no pronunció ninguna palabra. Mientras tanto, el corazón de Laurel latía tan rápido que casi se le salió de la garganta. Ella solo quería salir de esta habitación lo antes posible.
Siendo así, ni siquiera se atrevió a pedir una propina. De manera que en forma rápida sirvió el vino y ya estaba lista para huir de la escena. Seguidamente hizo una reverencia y dijo: "Señor, he puesto su vino en la mesa. ¡No lo molestaré más!"
De inmediato, dio la vuelta, y se preparó para marcharse.
Inesperadamente, un destello agudo brilló en los ojos de Gregary y él, con un movimiento muy rápido, procedió a agarrar la muñeca de Laurel.
La chica entonces, cuando fue arrojada al sofá, sintió que el mundo le comenzaba a dar vueltas.
Ella, durante unos segundos, y antes que el pánico la poseyera, no supo cómo reaccionar, Quería levantarse, pero el hombre le apretaba las manos y los pies con una fuerza tremenda.
"Haciéndote la tímida, ¿eh?". exclamó, y añadió con furor: "¡Muy bien! Mujer, ¡has logrado presentarte como alguien que no es repugnante! Así que, no me importa por qué estás aquí. Ahora, ¡te ayudaré a cumplir tu objetivo!"