Ahora Laurel se encontraba en el Charming Moon Bar.
En ese momento una coqueta figura vestida de rojo, que calzaba un par de zapatos de tacón de diez centímetros, atravesó la habitación balanceándose con sensualidad en su andar. El solo hecho de verla significaba todo un espectáculo que invitaba a disfrutar.
Laurel estaba sentada en la barra, bebiendo un vaso de agua, cuando levantó sus ojos y vio que alguien se dirigía hacia ella. Entonces se puso de pie con una gran sonrisa y gritó: "¡Martha Brook!"
La actitud de reina de hielo que traía Martha en muy poco tiempo se derrumbó. La chica separó sus delicados labios rojos y le gritó a Laurel con fiereza: "¡Oye niña, no te atrevas a decir mi nombre! Pensé que te habías muerto en el extranjero, ¿por qué ahora volviste? Realmente eres una chica de corazón cruel, ¿Eres tú, de verdad? Vaya, ¡no he sabido nada de ti en cinco años!"
Laurel, la miró y se mordió el labio, mientras un sentimiento de culpa la invadió. Seguidamente, observó a Martha con cierta lástima, "Tenía mis razones... Mi querida Martha, ¿podrías dejar de estar enojada conmigo? ¡Mira, cada vez que te enojas, te salen arrugas en la cara!"
De niñas, Martha y ella vivían en la misma comunidad. Eran más o menos de igual edad. Estudiaron juntas desde el jardín de infancia hasta la universidad, y ambas estaban siempre en la misma clase. Eran como dos guisantes en una vaina: dondequiera que estuviera Laurel, se encontraba Martha.
Pero habían pasado cinco años, y Laurel se fue al extranjero sin decirle una sola palabra. Por eso, cada vez que Martha lo recordaba quería golpearla.
Sin embargo, Martha palmeó malhumorada a Laurel y luego se lanzó encima de ella y la abrazó con fuerza. Un brillo de lágrima brilló en sus ojos. "¡Realmente, realmente te he extrañado!", dijo con sollozos.
"Yo también te extrañé, Martha. Qué bueno es verte de nuevo", exclamó Laurel, quien se sentía afortunada por tener una buena amiga como Martha.
Ella suspiró, y pensó que regresar a China había sido una sabia decisión. En cuanto a lo que sucedería en el futuro, no tenía más remedio que simplemente tomar la vida como viniera. Ella, definitivamente, no podía esconderse para siempre en el extranjero con Ansel.
Después de que las dos se pusieron al día con la vida de cada quien, Laurel le contó a Martha la razón por la que había venido a buscarla.
Martha era la gerente del bar. Ella, después de escuchar que Laurel la estaba buscando para solicitarle trabajo, le dijo con desaprobación: "Laurel, este sitio es un bar, aquí las cosas se complican muy rápido y con mucha frecuencia. No es un lugar seguro. ¡Sería mejor que busques en otro lado y encuentres un trabajo agradable y estable!"
Por un breve momento, los ojos brillantes y claros de Laurel se apagaron ante la recomendación de su amiga. "Ni siquiera me gradué de la universidad", dijo, y añadió en tono frustrado: ¿Dónde puedo encontrar un buen trabajo estable? ¡Necesito dinero urgente, ahora!"
Sin dudarlo, Martha sacó una tarjeta bancaria que llevaba escondida en su zapato de tacón alto, y le dijo: "Aquí hay unos 100,000 dólares. ¡Puedes quedártelos, por ahora!"
"¡No no no!", reaccionó Laurel conmovida, mientras se apresuraba a rechazar la tarjeta bancaria y comenzaba a sacudir los hombros de Martha. "¡Martha, en verdad, necesito trabajar! ¡No puedo estar dependiendo de ti por el resto de mi vida! ¡Martha, por favor, dame el trabajo!"
Martha frunció el ceño y retiró de sí las manos de Laurel con impaciencia. "¡Deja de temblar, ya! Mira que me mareas. ¡Muy bien, tú ganas! Precisamente ahora queremos contratar para el bar a nuevas camareras. Observa, tu trabajo consistirá en vender alcohol a los clientes. El salario oscila entre unos cientos y más de un mil dólares por día. ¡Todo va a depender de tu desempeño personal! ¡Pero debes ser inteligente! ¡Si alguien se atreve a intimidarte, recuerda decírmelo inmediatamente!", le confió.
"¡Sí, señora! ¡Muchas gracias, mi querida Martha!", exclamó Laurel sosteniendo el rostro de Martha entre sus manos y plantándole besos fuertes y exagerados en sus mejillas.
Sin embargo, Martha hizo un gesto de desagrado y se secó la cara con disgusto, y mostrando las comisuras de su boca levantadas, dijo: "¡Basta! ¡Mantén tus mimos solo para tu novio!"
Esa misma noche Laurel empezó a trabajar en el bar. Por su parte, Ansel recientemente se había vuelto muy pegajoso con su abuela y con su tío, lo cual era de un gran alivio. Pero ella no sabía por qué él no se acercaba con la misma confianza a su abuelo.
Por supuesto, ella no le dijo a su familia que estaba trabajando en un bar. Ellos seguramente pensaron que había encontrado un trabajo en una empresa normal.
Así fue, los primeros días transcurrieron sin ningún problema. La paga se hizo oportuna y al ver el dinero en sus manos, el corazón de Laurel se llenó de alegría. Había dejado de ser una ingenua joven de diecisiete años. Ahora era capaz hasta de poder manejar a aquellos clientes que no podían mantener sus manos quietas.
Pero ese día tuvo que trabajar en el turno de la noche. Y tan pronto como se puso el uniforme, se le acercó una mujer alta y esbelta que vestía un vestido de noche negro y le entregó una bandeja, diciendo: "¡Habitación No. 308, lleva esto ahora!"
"¡Está bien, Mary!", respondió la joven sabiendo que esta mujer era la peor enemiga de Martha, pues ella tenía antes que Martha la responsabilidad como gerente del bar. En consecuencia, no le iba a agradar la mejor amiga de su enemiga, en este caso Laurel.