"¡Laurel! ¡Estás aquí!", exclamó Fabian mientras corría hacia ella sorprendido y con un ramo de flores en la mano.
Como se encontraba muy nervioso, no pudo notar de inmediato la extraña expresión que se había apoderado del rostro de la chica. Entonces dijo con ansiedad: "Laurel, no has ido a la escuela durante estos días y no he podido tampoco localizarte en tu teléfono móvil. Te he esperado aquí todas las noches. ¿Estás bien? Estoy muy preocupado por ti!"
"¿Quién la había enviado aquí? ¿Qué estaba pasando?", se preguntaba.
Laurel, sin embargo, no hallaba respuesta para sus preguntas, por lo que se echó a llorar.
Fabian de repente entró en pánico, aunque procedió a extender su mano galantemente y tomó a la chica en sus brazos: "Laurel, ¿qué te pasó?", interrogó preocupado.
Ella se aferró con fuerza a sus hombros, y era como un animalito herido. Sollozaba y no dejaba de hacerlo, sus lágrimas parecían que no iban a cesar.
Si todo lo sucedido no hubiera ocurrido nunca, este hombre de aspecto perfecto que ahora estaba parado frente a ella sencillamente sería suyo. Sin embargo, ¡ella ya no tenía derecho a tenerlo!
Después de haber desahogado sus sentimientos, Laurel se recuperó y apartó de sí a Fabian. Sus ojos estaban fijos y mantenían una especie de determinación. "¡Fabian Cooper, no podemos estar juntos! ¡Ya deja de perder tu tiempo conmigo!"
En el pasado ella solía llamarlo "Señor Fabian". Y eso de alguna manera le atraía, pero era su comportamiento inocente y sincero lo que más le gustaba de ella.
Ahora, ¿por qué estaba actuando con tanta frialdad?, se dijo en un inmenso silencio.
"¡Eso no es cierto!", dijo de repente Fabian, agarrando la muñeca de Laurel y empujando a la fuerza el ramo de flores que tenía en su mano. "Laurel, ¡de veras me gustas!", expresó en tono ansioso. "No creo que no sientas lo mismo por mí. Pero dime, ¿te pasó algo? Dímelo, por favor. Si no me lo dices, tendré que preguntar ¡a alguien más!", insistía el hombre con evidente desesperación.
Laurel se sorprendió al ver su persistencia, por lo que comenzó a gritarle revelando así un enorme miedo: "¡No! ¡No puedes hacer eso!"
Claro, si Fabian decidía ponerse a investigar este asunto, definitivamente se enteraría de los problemas de su familia, e incluso, de lo que le había pasado. Por esta razón, la chica no deseaba dejar una huella mancillada en su corazón.
Laurel cerró los ojos, y cuando los volvió a abrir, arrojó la mano de Fabian a un lado sin dudarlo.
"¡Fabian Cooper, eres demasiado engreído!", dijo en forma determinante. "¿Sabes lo competitivos que son los estudiantes universitarios hoy en día?", preguntó, y agregó: "No importa cuán capaces sean, será extremadamente difícil para un estudiante sin apoyo económico y social familiar luchar por una carrera, por eso ¡yo no quiero tener que trabajar tan duro!", dijo.
Fabian estaba pasmado por las palabras que acababa de escuchar. Entonces posó su mirada con incredulidad sobre la esbelta espalda de Laurel, como si la estuviera conociendo en este preciso momento.
Fue así como la conmoción junto con la ira se entrelazaron en su corazón.
Él no se consideraba una persona cualquiera, menos se creía un tipo inútil ni un bueno para nada, por el contrario él era...
Sin embargo, Laurel no le dio la oportunidad de emitir explicación alguna, por lo que tiró el ramo de flores al suelo y salió corriendo.
Fabian, desde una mirada inexpresiva recorrió el espacio que se hallaba frente a él. Ahora veía como las flores que cuidadosamente había escogido y que seguían todavía frescas y hermosas hasta hace un momento, estaban magulladas y rotas en pedazos, por haber sido aplastadas contra el suelo.
¡Sintió que su corazón también se rompió en un millón de pedazos!
Una mirada de indignación ganó brillo en sus ojos. Fabian apretó sus puños en forma furiosa y golpeó un gran árbol que se encontraba cerca. El dorso de sus manos se enrojeció en un instante, pero no pudo sentir ningún dolor.
Su mirada apoderada por unos ojos rojos estaba fija y posada en la espalda de la chica que desaparecía a lo lejos. Él rechinó los dientes y gritó: "¡Laurel Kelly! ¡Haré que te arrepientas de lo que me has hecho hoy! ¡Tendrás que pagar por todo este dolor que me has causado!", gritaba con enojo.
Laurel, que ahora estaba escondida en una esquina, escuchó cada palabra que Fabian expresaba producto de la rabia. Ella, con sus manos se cubrió con fuerza la boca para contener el grito.
Ella tenía un gran dolor, pero no se arrepentiría de su decisión. ¡Una persona tan perfecta como Fabian no debería vivir con la mala reputación de tener a una mujer humilde como ella de novia!
Fabian, ¡lo siento!, dijo calladamente desde la distancia.
Ya había pasado un mes. Laurel se levantó de la cama, se lavó y fue a hacer los ejercicios matutinos como era su costumbre, pero de repente se sintió mal del estómago, pensó que solo le dolía y no le hizo caso.
Pero los síntomas de aquel malestar continuaron empeorando sucesivamente en el transcurrir de los días, y en la semana siguiente, seguían. Su compañera de cuarto, en broma, le preguntó: "Laurel, ¿estás embarazada?"
Aquel comentario de tipo jocoso hizo que se sintiera como si le hubiera caído un rayo encima. De repente, recordó la noche cuando estuvo en aquella habitación y cumplió con el contrato sexual con ese hombre, ya había pasado un mes.
Laurel, después del incidente, no tomó ninguna medida anticonceptiva. En ese momento en su casa todo era un caos y hasta ella misma se encontraba en un estado mental terrible. La posibilidad de que quedara embarazada posterior a esa noche simplemente escapó de su pensamiento.