Capítulo 92
953palabras
2024-02-17 06:15
Epílogo
Marina está aprendiendo a caminar. Ha sido un proceso de aprendizaje para nosotros como padres, porque no teníamos ni idea de lo que vendría. He sentido un poco de miedo, pero poco a poco uno se va acostumbrando. Hoy en día puedo sentirme orgulloso de haber hecho todo lo posible para criar a una pequeña tan hermosa como ella. Me siento orgulloso de ser su madre, es tan bonita de verdad... Es la copia exacta de su padre, con algunas características mías. Sus ojos son tan grandes y azules como los de la tía Rebeca, quien nos visita regularmente.
Ahora estamos frente a la playa, el mar es realmente un lugar maravilloso donde podemos estar tranquilos. Nos han sentado de maravilla estas vacaciones en Italia. Marina ya tiene dos años y su padre le está enseñando a nadar. Es una niña tan animada y no se separa ni un solo momento de su padre. Me gusta verlos juntos desde aquí, sentada en una tumbona... Me llevaré gratos recuerdos una vez regresemos a Nueva York.

Sin importar todo el trabajo que tiene Zaredpor hacer, él saca tiempo para nosotras. Y eso me hace amarlo cada día más. Ha comprendido que la familia está en primer lugar.
En ese momento aparece Rebeca junto a Francois. Ambos realmente hacen una buena pareja y tienen una relación de casi un año. Me alegra poder verla con alguien y que sea amada por esa persona. De verdad que se lo merece, es alguien que merece ser querida.
—Mira nada más, ve con ellos, necesito decirle algo a Anastasia —le indica a Francois.
Y pronto nos encontramos a solas.
Entonces se sienta a mi lado.
—¿De verdad me tienes que decir algo importante?

—Sí —suspira—. Quiero que me ayudes a descubrir si Francois me está ocultando algo, es decir, si mi novio me va a pedir que me case con él, porque ha estado un poco extraño todos estos días. Al parecer está enfocado en hacer algo importante, solo digo.
—No me digas que quiere que me la pase detrás de él para saber qué es lo que está haciendo. No creo que sea algo bueno o correcto que haga eso. Además, yo solo he visto que ha estado con Zaredhablando sobre algo de lo que ni siquiera me quieren poner al corriente. Tal vez sea algo de trabajo nada más. ¿En serio crees que estaría organizando alguna propuesta matrimonial sorpresiva para ti con Zared?
—No estoy segura, pero tengo una leve sospecha. Aunque si resulta no ser así, no me molestaría, porque no estoy preparada para casarme todavía. Tengo por delante los estudios universitarios, así que eso significaría un problema —señala y yo chasqueo la lengua.
—En todo caso, si realmente va a pedirte matrimonio, entonces lo hará hoy en la noche, y mañana nos vamos a Nueva York otra vez.

—Es cierto —se levanta de su lugar—. En este caso, solo por si llega a suceder, debería estar lista. Ni siquiera tengo un vestido lindo aquí, no uno que sea lo suficientemente elegante para la ocasión. ¡Agh! No puede ser —expresa preocupándose.
De verdad no entiendo cómo es que se llena de inquietudes con respecto a Francois y si realmente está preparando algo así. Personalmente, no lo creo.
—Rebeca —la llamo, y rápidamente desaparece de mi campo de visión, supongo que se dirige al hotel.
Francois viene junto a Zaredy Marina. Mi pequeña no tarda en acercarse para que la cargue.
—Mamá —dice repetidas veces para llamar mi atención, y comienzo a darle mimos.
—¿Rebeca se ha ido? —quiero saber el francés y hago con la cabeza—. Pero si acabamos de llegar, de seguro se sentía indispuesta...
No sé qué más decirle. Prefiero que lo averigüe por su cuenta.
—No lo sé. Estaba bien —me encogo de hombros.
Y él se va.
—Zared... Tengo curiosidad sobre lo que has estado haciendo con Francois. ¿No piensas decírmelo?
—Solo voy a decirte que si te pongo al tanto, entonces se arruinaría la sorpresa y nada tendría sentido. Ya falta poco.
Y no me lo puedo creer. Debe ser eso, Francois pedirá matrimonio a Rebeca. No cruza por mi cabeza alguna otra cosa que ellos dos pudieran estar planeando.
—Oh... Entonces, no preguntaré más.
Nuestra estancia en aquella maravillosa isla de Italia llegó a su fin. El vuelo fue agotador y al llegar, un domingo, pasé todo el día durmiendo mientras Zaredrevisaba su correo y se hacía cargo de Marina para que yo pudiera descansar.
El lunes llegó rápidamente. Siempre me despierto por el llanto de mi pequeña, ella suele hacer eso cuando tiene hambre. Creo que debería ser un poco más paciente, algo que no poseo en absoluto. Le preparo el desayuno mientras su padre se ha ido a trabajar. Sin embargo, me dejó un mensaje de texto avisando que vendrá al mediodía para llevarme a algún lugar.
No tengo ni idea.
Aún adormilada, ayudo a Marina a comer.
- ¿Te gusta? -pregunto con la boquita llena, es tan linda.
(...)
Nunca imaginé que el lugar al que íbamos era una pastelería, un sitio con un nombre original. Resulta que todo lo que había estado planeando junto a Zared se trataba de eso. Quería darme una sorpresa y frente a mis ojos estaba ese negocio con el que había soñado toda mi vida. Recuerdo haberme puesto a llorar y mamá estaba cómplice de todo, igual de sorprendida.
- Zared... Gracias, Dios, no sabes lo feliz que esto me hace -le expresé rodeando su cuerpo musculoso y luego lo besé, mientras se escuchaban aplausos.
- Un sueño hecho realidad, de los muchos que me faltan por cumplirte, An -fueron sus palabras colmadas de amor.
Y lo volví a besar.