Capítulo 68
1799palabras
2022-10-29 00:01
Alaia estuvo ansiosa toda la noche sentada en la sala de espera del hospital privado.
No había dormido nada y saltaba con cada sonido que escuchaba. Su hija llevaba horas dentro de la sala de operaciones. Thomas y Bella también estaban aquí, pero se habían quedado dormidos alrededor de la medianoche.
La madre preocupada solo rezaba en silencio para que Quinta estuviera bien y, de vez en cuando, observaba a este hombre extraño a su lado, Nate Hill.

Tenía los ojos cerrados, pero ella sabía que estaba despierto. También parecía muy preocupado, lo que hizo que las cosas fueran aún más extrañas. No hablaban mucho entre ellos, sobre todo porque estaba concentrada en sus propios pensamientos.
“¿Por qué se preocupa tanto por mi hija? Además, luce muy enojado conmigo. ¿Por qué? Nos acabamos de conocer”. Alaia no podía comprender.
“¿Hay noticias?”, preguntó Bella cuando por fin abrió los ojos.
“No”. Alaia miró por la ventana. Apenas estaba comenzando a amanecer y la lluvia nocturna había cesado hace algún tiempo. Entonces Thomas se retorció en sus sueños. Alaia frunció el ceño, sorprendida de cómo él había podido dormir mientras que su hija había estado en la sala de operaciones durante toda la noche.
Notó que Nate estaba mirando a Thomas con resentimiento.
Cuando la puerta del de la sala de operaciones por fin se abrió y el médico salió, los cuatro corrieron hacia él.

“Sra. Evans, la operación de su hija salió bien. Ya está fuera de peligro y su condición es estable”. El médico le sonrió a Alaia y les permitió a los cuatro entrar a ver a Quinta por un momento.
Vieron a la niña dormida en la cama de su cuarto de hospital, lucía en paz.
Alaia suspiró aliviada al ver a su hija. Entonces se acercó y besó sus mejillas mientras tiraba de las sábanas para envolver su pequeño cuerpo.
Tenía la cabeza vendada, pero sus labios todavía se torcían en una pequeña sonrisa. Además, su respiración parecía uniforme y tranquila.

“Sr. Hill”. Se dirigió a Nate con la necesidad de agradecerle por haber donado su sangre. Cuando sus ojos color esmeralda se encontraron con los de ella, Alaia añadió: “¡Gracias por salvar la vida de mi hija!”.
Nate la observó de cerca. Su mente estaba lúcida y sus emociones bajo control.
“De nada. Hice lo que cualquier padre normal hubiera hecho, solo salvé la vida de mi hija”, respondió sin duda con la voz tranquila y fría como el hielo.
Leila y Bella se sintieron perplejas por lo que acababa de decir mientras que Thomas se encogió detrás de ellas como un cobarde.
Durante la noche, cuando Quinta estaba en la sala de operaciones, Nate había conseguido todo lo que necesitaba.
Tenía pruebas irrefutables de que la hija de Leila también era suya. La muestra del cabello de Quinta que había tomado coincidía con su propio ADN. La prueba de paternidad no mentía, Nate estaba seguro sin duda alguna de que Quinta Evans era su hija.
Leila estaba confundida por sus palabras. Lo miró boquiabierta y luego a Thomas.
“¿¡Thomas?! ¿De qué está hablando? ¿Qué está pasando?”.
“Leila, pu-puedo explicártelo”, tartamudeó el cobarde.
“¡¿Leila?!”. Alaia se sintió conmocionada al escuchar que la había llamado por otro nombre.
“¿Tu prometido no te dijo que tu verdadero nombre es Leila Swift?”, preguntó Nate con un tono sarcástico, mirándola con completo disgusto. “¡Me robó dinero y huyó de mí! ¡Mi propia esposa!”, pensó. Estaba hirviendo de ira por dentro. La traición de Leila se sentía mucho peor de lo que había pensado al principio.
“Se atrevió a estar con otro hombre, ¡a acostarse con él! ¡Y dejó que mi hija llamara padre a Thomas Harris!”.
“¡Thomas! ¿De qué se trata todo esto?”. Leila tenía la voz temblorosa, al igual que sus piernas. Una serie de preguntas cuyas respuestas no sabía invadieron su mente. ¿Leila Swift? Primero, este loco la había llamado así, ¡y ahora Thomas! ¿Quién era esa mujer?
Sentía que la tierra se movía bajo sus pies y que sus pulmones no podían contener el aire. “¿Quién soy?”.
“Alaia, por favor, ¡cálmate!”, exclamó Thomas, corrigiendo su error con su nuevo nombre esta vez, pero sabía que era demasiado tarde. Nate ya había descubierto la verdad.
“¿Podéis continuar vuestra conversación afuera? Mi hija necesita un ambiente tranquilo”. Nate mantuvo un tono inexpresivo, pero había una pizca de diversión en sus ojos fríos.
Thomas no quería enfurecerlo más, así que obedeció. Sujetó la mano de Leila y caminó hacia la puerta.
Sin embargo, Nate la detuvo en cuanto salieron al pasillo.
“Firma esto y podrás ser libre”. Colocó un archivo en las manos de la mujer. “¡Después podrás casarte con quien quieras!”, agregó.
La cabeza de Leila estaba hecha un caos en este momento. Lo observó, pero él desvió la mirada con el rostro frío. Un repentino sentimiento desgarrador la invadió sin ningún motivo aparente. Tomó el archivo y se retiró a una esquina de la sala de espera.
Se sentó en el sofá y Thomas la siguió. Cuando abrió los documentos, ambos vieron que se trataba del resultado de una prueba de paternidad y de un acuerdo de divorcio.
Nate dio la vuelta en dirección a Bella y se dio cuenta de que ella seguía aquí esperando.
“Bella, ve a casa. Esta situación es entre nosotros tres, no tiene nada que ver contigo”, le pidió con cortesía, pero con firmeza. Era más como una orden. La chica no tuvo más remedio que hacer lo que le había pedido. Cogió su abrigo y su bolso. Él tenía razón, esto no tenía nada que ver con ella.
A pesar de que comprendía, se fue del hospital molesta e irritada porque acababa de comprender que Nate la había usado solo para llegar a Alaia. Nunca hubiera imaginado que Nate tenía una hija, pero no se atrevió a preguntarle más ya que no mostraba interés en hablar con ella.
Después de ver cómo Bella se iba, Nate regresó al lado de la cama de Quinta y se sentó. La niña abrió los ojos de inmediato y lo observó con una mirada intensa.
“¿Eres mi papá?”, preguntó, agitando sus densas pestañas negras. Era obvio que había escuchado toda la conversación de los adultos dentro de su habitación.
“Sí, soy tu padre”, respondió Nate con una sonrisa amable.
“¿Por qué no me amas?”. Su siguiente pregunta casi le rompió el corazón al hombre.
“¡Sí te amo!”.
“Pero me dejaste con Thomas y nunca fuiste a mis fiestas de cumpleaños”, dijo Quinta con un puchero y luego agachó la cabeza. Nate se puso nervioso, estaba ansioso por explicárselo.
“Tu madre te escondió de mí. Ni siquiera sabía que existías, Quinta, pero ya no iré a ninguna parte sin ti. ¡Vendrás conmigo a Londres!”. Nate se sintió feliz al ver a su hija asentir y sonreír.
“Vale”, respondió la niña. Sin embargo, su rostro se puso serio y sombrío.
“¿Qué sucede?”.
“¿Mi mami también irá con nosotros?”, preguntó, parpadeando sus pestañas hacia él de nuevo. Nate suspiró y permaneció en silencio por un rato. “Si tan solo fuera tan fácil”, pensó mientras apartaba el cabello de Quinta de su rostro con suavidad.
“Primero, come, ¿vale?”. Cogió un plato de sopa de pollo y una cuchara. Como Thomas nunca le había dado de comer, la pequeña se sintió cálida y segura con Nate. Aunque era solo una niña, era tan inteligente como para analizar la situación y saber quién era sincero con ella.
Nate nunca había alimentado a un niño antes, pero sintió que un vínculo especial se formó de inmediato entre él y Quinta.
“¡Papá!”, la niña lo llamó de repente.
“¿Sí?”. Nate no pudo evitar sonreír. Sus ojos brillaban llenos de alegría y orgullo. Estaba más que emocionado, se sentía conmovido a más no poder.
“¿Puedes cuidar a mi Peppa Pig por mí? Tengo miedo de quedarme dormida y que se me caiga. No queremos que Peppa también termine en el hospital, ¿verdad?”. Nate no podía creer lo que escuchaba y se echó a reír un poco. Ella confiaba lo suficiente en él como para pedirle que cuidara su juguete favorito tan pronto.
“¡No te rías de la pobre Peppa, papá! Además, tienes que leerle un cuento para dormir, le gusta La cenicienta”, añadió Quinta.
“Entonces, le leeré La cenicienta”, respondió Nate, cogiendo un peluche rosa de las manos de su hija.
Por otro lado, cuando Thomas vio que Nate desapareció dentro de la habitación de hospital de Quinta, aprovechó la oportunidad y comenzó a hablar con Leila
“Lo hice por ti. Leila, solo eras la esposa por contrato de Nate. Él nunca te amó y tú tampoco lo amabas. El contrato de matrimonio que firmaste con él solo duró un año y ya terminó hace cuatro años. Luego él te empujó por la colina, lo que te causo una lesión cerebral”.
La mujer se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar.
“Nate solo tiene ojos para Selena Samuel”, afirmó Thomas cuando notó la reacción de Leila. Después, sacó su móvil, y le mostró unas fotos de Nate y Selena juntos.
Leila pensó que lucían felices y enamorados, así que cedió poco a poco ante Thomas y creyó su historia.
“Entonces, si firmo esto…”, comenzó a decir con cautela, todavía con los ojos fijos en los papeles del divorcio.
Thomas no podía sentirse más satisfecho al ver que Leila había caído en sus mentiras. “¡Solo fírmalo de una vez!”, le suplicó en su interior. Tal vez Nate la había encontrado, pero este hombre todavía tenía una oportunidad.
A pesar de todo, Leila podría ser suya al final.
“Si lo firmas, podremos casarnos la próxima semana tal como planeamos”. Thomas le pidió que firmara los documentos, pero Leila siguió leyendo el acuerdo de divorcio hasta que llegó a cierta cláusula.
“¡No!”, gritó, poniéndose de pie de repente. “¡No puedo hacerlo! ¡No lo firmaré!”. Si lo firmaba, Nate obtendría la custodia de su hija, le quitaría a Quinta.
“¡No te preocupes, Leila! Podemos tener otro hijo en otro momento, uno que sea nuestro”, dijo Thomas porque sabía que Nate nunca dejaría a Quinta ya que era su heredera.
“¡No!”, exclamó Leila, sorprendida por sus palabras. ¡¿Otro hijo?!
¿Qué creía que era un niño? ¿Un objeto? La forma de pensar de Thomas la hacía sentir enferma, parecía que Quinta no significaba nada para él.
Corrió a la habitación de su hija, pero no encontró a nadie dentro. Nunca en su vida había pensado que Quinta la dejaría.
“¡Quinta! ¡Quinta! ¡No te alejes de mami! ¡Nate Hill, devuélveme a mi hija, por favor!”, suplicó con lágrimas bajando por sus mejillas. Sus rodillas se doblaron y se desplomó en el suelo con un fuerte llanto al darse cuenta de que Nate ya se había llevado a su hija.