Cuando esos dos hombres la arrojaron sobre el capó del coche, Leila recuperó parcialmente la conciencia, pero su cuerpo seguía sin fuerzas.
Después de que le rasgaron la camisa, el aire frío rozó su piel, haciendo que se despertara aún más; luego sintió el toque de unos dedos ásperos, sucios y helados sobre la piel cálida y suave de sus muslos mientras le bajaban los jeans. Todo lo hicieron muy rápido, babeando sobre ella.
Comenzó a girar la cabeza ligeramente hacia la izquierda y la derecha con cada respiración que tomaba, y de repente se dio cuenta de lo grave de su situación; sin embargo, apenas podía mover sus extremidades.
Uno de los hombres le ató las manos por encima de la cabeza y otro le abrió las piernas, sujetando sus pies contra el capó; en la distancia, alcanzó a escuchar las amenazas de Mason, y el llanto y las súplicas de su padre. Entonces se dio cuenta de que estos criminales iban a v*olarla aquí y ahora, mientras obligaban a su padre a observarlo todo.
Tenía los labios secos y la garganta adolorida, pero hizo lo que pudo para articular algunas palabras.
La mente de Leila la obligaba a luchar y su valiente corazón quería oponer algo de resistencia: "¡Por favor, no! ¡No me toquéis!"; sin embargo, su cuerpo no podía hacer nada. Parpadeó, viendo la imagen borrosa de un hombre ya casi encima de ella.
Aunque se imaginó a Nate, vio que era el horrible Mason.
El secuestrador se puso de pie entre sus piernas separadas, la agarró por lo tobillos, y luego la atrajo hacia él; Leila se estremeció con asco cuando sintió su miembro rozando sus bragas.
Mason sonrió con malicia, y su mano le alcanzó la barbilla y la sostuvo con fuerza para obligarla a mirarlo a sus ojos malignos: "Vas a disfrutarlo".
"¡No!", Leila no podía soportar la idea de que este hombre le quitara su virginidad.
Era demasiado repugnante. Los otros hombres se acercaron y rodearon el coche, pero procurando no estorbar para que su padre pudiera verlo todo.
Entonces uno gritó con entusiasmo: "¡Vamos, Mason, f*llatela! Quiero ser el próximo dentro de ese c*ño", y todos se rieron.
"Pronto nos estará rogando para que no paremos", agregó otro. Al darse cuenta de que todos querían v*olarla, uno por uno, mientras los otros observaban y vitoreaban, Leila quiso morir; no sabía cuál de los seis hombres era más monstruoso. Además, su padre lo estaría viendo todo.
De repente, vio las manos de Mason acercándose a ella, una estaba a punto de arrancarle el sostén y con la otra apuntaba a sus bragas. Leila estuvo a punto de vomitar, pero se obligó tragárselo, luego cerró los ojos y aceptó su terrible destino con toda la resignación que pudo reunir.
Sin embargo, en lugar de sentir las manos de ese hombre sobre su cuerpo, lo escuchó gritar con un dolor terrible, y un segundo antes de eso también había escuchado algo más; a Leila le pareció que había sido un disparo, y luego escuchó otros.
Al abrir los ojos, vio a Nate llamándola, todavía con la pistola humeante en la mano, había varios de sus hombres acompañándolo; todos cargaban sus armas, incluido Iván, quien corría tras uno de los secuestradores.
Mason estaba indefenso, retorciéndose de dolor en el suelo, había recibió un disparo en una de sus manos y la tenía cubierta de sangre.
Nate corrió hacia Leila, cubriendo su cuerpo casi desnudo con su chaqueta y levantándola en sus brazos, pero en ese momento, la chica sintió que algo andaba mal, no quería que la cubriera. En cambio, un enorme deseo s*xual se estaba apoderando de ella, quería que alguien la f*llara, la tocara y la satisficiera.
Cuando Nate estaba a punto de huir con Leila en sus brazos, Mason se levantó de repente y trató de alejarla de él con sus manos.
Ella se aferró al pecho ancho y duro de Nate como un pequeño koala asustado, lo único que quería era sentirlo cerca; el hombre solo miró a Mason con frialdad, retrocedió, se dio la vuelta con gran rapidez, y aunque tenía las manos ocupadas con Leila, golpeó la cabeza del secuestrador con una patada alta de su pierna larga y musculosa.
"¡Iván, encárgate de este lugar!", gritó Nate.
"No hay problema, jefe", asintió el hombre, y luego continuó luchando contra los secuestradores en la entrada del depósito de chatarra.
Nate llevó a Leila a una pequeña oficina dentro del edificio que había en el terreno y cerró la puerta con llave. "¿Leila, estás bien?", preguntó mientras la bajaba.
La respiración de la chica estaba agitada y un calor intenso había invadido su cuerpo, sentía que por dentro estaba extremadamente caliente; entonces se quitó la chaqueta de Nate y luego se deshizo de su sostén, tirándolo al suelo.
El hombre se quedó boquiabierto ante este extraño comportamiento, pero luego se dio cuenta de que estaba dr*gada. Estaba seguro de que Mason le debió haber dado algún tipo de dr*ga s*xual; de lo contrario, no se comportaría así. ¡M*ldita sea, Leila era muy tímida!
"Quiero estar contigo", exclamó ella, mirándolo con avidez, el deseo era evidente en cada uno de sus movimiento y sus ojos brillaban llenos de lujuria; las terribles ganas de satisfacerla lo tentaban, pero sabía que no debía aprovecharse de ella.
"¡Basta, Leila!", dijo, al tiempo que le volvía a poner su chaqueta sobre los hombros y la envolvía sobre su pecho para ocultar su desnudez; pensaba que si ella no se detenía, seguramente él no podría seguirse controlando por mucho más tiempo.
Sin embargo, volvió a quitarse la chaqueta: "¡Por favor, Nate! ¡Por favor, ayúdame!", luego se lamió los labios, tomó sus pechos y comenzó a frotarlos; el hombre miró fijamente sus p*zones endurecidos deslizándose entre las yemas de sus dedos.
Realmente deseaba hacerlo, podía sentir que su erección crecía cada vez más.
Sabía que si volvía a mirar a Leila, no sería capaz de controlarse, así que trató de darse la vuelta y le dijo: "Necesitas un poco de agua", pero la chica tomó su mano y lo detuvo.
Ahora el rostro de Leila estaba a unos centímetros de su cara, luego ella se lanzó y unió sus labios a los de Nate; sintió las manos de ella posarse sobre su pecho y sus dedos desabotonando su camisa.
El aliento caliente de Leila lo torturaba mientras le rogaba sin dejar de besarlo: "¡Nate, por favor!"; después, intentó empujar su lengua dentro de su boca, haciendo que las ansias se arremolinaran dentro de Nate, ya no podía seguir esperando para calmar su terrible sed.
Debía tener a esta chica ahora.
"Tú lo pediste, Leila", dijo el hombre, y sus ojos azul verdosos penetraron en los iris color avellana de ella mientras su lengua se deslizaba dentro de su boca, luego sus manos agarraron sus caderas y sus cuerpos chocaron uno contra el otro.
Entonces tomó uno de sus pechos con una mano y con la otra descendió para quitarle las bragas.
Aunque nunca había tenido s*xo en un lugar así, ya no había marcha atrás, le daba igual el lugar, lo único que le importaba era hacerlo con Leila ahora. Estaba dispuesto a darle lo que le había pedido, él sería su primer hombre, y eso lo hacía sentir muy orgulloso.
Nate la inclinó hacia atrás, besándola con locura.
La lengua de Leila siguió a la de él, dando vueltas y doblándose una alrededor de la otra; de repente, Nate vio un sofá en una esquina de la pequeña oficina, así que llevó a la chica hacia allí.
Tenía los p*zones endurecidos y el c*ño mojado. Nate atacó sus pechos, pasando su boca alrededor de uno y luego del otro, mientras saboreaba esos montículos turgentes color melocotón y chupaba esos deliciosos cogollos con mucha fuerza.
Continuó moviendo su lengua mientras disfrutaba de sus gemidos y suspiros.
Leila inclinó la cabeza hacia atrás, peinando con sus dedos el exuberante cabello negro del hombre.
Los labios de Nate la devoraron y sus manos la tocaron por todas partes.
La acostó en el sofá, bajó su cabeza y sus labios recorrieron un camino de besos desde sus pechos, bajando por su abdomen y terminando en ese lugar dulce.
"¡Oh, Nate!", gimió Leila cuando él acercó su boca a su abertura, haciéndola enloquecer de deseo; ella en verdad lo ansiaba y él le estaba dando todo lo que deseaba.
Bastaron unos movimientos rápidos y unos toques expertos de su lengua sobre su cl*toris para que en poco tiempo ella se hubiera corrido, retorciéndose en sus ataques extáticos.
Leila se dio cuenta de que ese había sido su primer orgasmo, y se sonrojó al ver a este hombre colocándose encima de ella.
"¿Estás lista?", le preguntó, con su erección en la mano, justo en frente de su abertura; ella asintió, conteniendo la respiración.
Luego enrolló sus piernas alrededor de su cintura como si lo hubiera hecho un millón de veces antes, y gimió al sentir esa p*lla estirando las paredes de su c*ño mientras Nate la empujaba dentro de ella lenta y suavemente; entonces se detuvo a medio camino y le preguntó si estaba bien.
Ella asintió de nuevo, pensando que él no debería hablar tanto.
Después, comenzó a moverse, empujando cada vez un poco más profundo y más rápido dentro de ella; a la chica le pareció natural, como si el uno estuviera hecho para el otro. Nate se hundió dentro de su s*xo, encajando perfectamente con Leila.
Por la mañana, Leila se despertó en una cama desconocida, vestida con una camisa de hombre, y aunque su mente estaba nublada, luego recordó todo lo que había pasado la noche anterior.
Primero su padre, ese horrendo Mason y sus hombres, y luego Nate, que la había salvado; la camisa tenía su aroma, habían tenido s*xo.
Había perdido su virginidad con Nate, y al entender lo que sucedió, se llevó la mano a la boca llena de sorpresa ante ese recuerdo.
¡Ella misma fue quien le rogó que lo hiciera!
Entonces escuchó que estaban tocando la puerta.
"Adelante", respondió Leila, apartó la sábana y vio que era la madre de Nate, por lo que supuso que se encontraban en la casa de él.
"¡Deberías darte prisa, querida! Tu boda es en tres horas", le dijo Karen con una sonrisa.
"¿Qué?, ¿mi boda?", Leila la miró boquiabierta, y quedó aún más sorprendida; pensó que Nate se olvidaría de ella después de lo de anoche, ¡él le dio el dinero, pero ella ya le había pagado!
¿Qué más quería de ella, m*ldita sea?