Capítulo 20
1510palabras
2022-09-28 16:17
Leila bajó la cabeza y se preparó para poner el miembro erecto de Nate en su boca, como una estrella porno, pero se sobresaltó cuando él de repente la subió a su regazo.
El hombre besó sus labios ferozmente, y su lengua se precipitó dentro de su boca; abrumado por el deseo, Nate ya no podía seguir controlándose, así que le levantó la blusa, amasando sus pechos con rudeza, mientras sus dedos se deslizaban bajo su sostén para acariciar sus p*zones ya endurecidos.
Leila comenzó a resistirse, apenas estaba lista para una m*mada, en su mente todavía no estaba preparada para tener s*xo con él.

"¡No!", gimió la chica contra sus labios, tratando de liberarse, pero su agarre se hizo más fuerte.
Los dedos de Nate bajaron y desabrocharon el botón de sus pantalones.
Leila continuó luchando, su mano aterrizó en su rostro y lo arañó, y cuando vio que la soltó para cubrirse la cara adolorido, se levantó y aprovechó la oportunidad para alejarse.
Nate se lanzó tras ella, por lo que la chica dio unos pasos más hacia atrás.
"¡No!", lo escuchó gritar antes de comenzar a caer al vacío, unos segundos después, sintió que se zambullía de espaldas en el agua del mar.
Nate lo pensó ni un segundo y saltó tras ella, y Leila, que no sabía nadar, se hundió rápidamente en el frío océano.

Cuando el hombre la sacó de regreso a su yate, ella estaba temblando y en un estado de estupor, así que la recostó en la cama y la desnudó. Cuando vio a Leila desnuda por primera vez, y sin la intención de que las cosas llegaran a esto, Nate sintió al mismo tiempo remordimiento y lujuria.
A pesar de haberla cubierto con todas las mantas que pudo encontrar, la chica seguía temblando de manera incontrolable.
Entonces se quitó la ropa, se acostó junto a Leila y la abrazó con la única intención de calentar su tembloroso cuerpo; sin embargo, esto provocó una reacción en cadena en Nate.
Allí estaba ella, a su lado, completamente desnuda como él, y la sujetó entre sus manos mientras su piel sedosa tocaba la suya; la sola presencia de Leila, aunque estuviera inconsciente, lo excitó, y le provocó una nueva erección.

Era una tortura para Nate saber que no podía hacer nada con ella en este estado.
Apenas estaba amaneciendo cuando se despertó, y al ver que Leila ya había vuelto a la normalidad, pero aún seguía dormida, quiso ir a nadar, con la esperanza de que las frías aguas del océano lo ayudaran a calmarse. Pensó que quizá había sido demasiado agresivo con ella anoche e incluso se sintió culpable por hacerla caer, ¡una hipotermia la podría haber matado!
Leila se despertó unos minutos después de Nate, y entró en pánico al darse cuenta de que estaba desnuda en la cama de ese hombre.
Sin embargo, comenzó a recordar despacio los eventos de la noche anterior; había conseguido escapar de su ataque de lujuria, pero terminó en el océano, y Nate la salvó. Leila habría muerto si él no hubiera hecho lo que hizo.
Realmente tenía que aprender a nadar, pensó con un suspiro, pero de repente recordó algo más que la hizo sonrojar.
Anoche Nate se había acostado desnudo junto a ella, y había sentido su hombría endurecida rozando la parte externa de uno de sus muslos.
Por fortuna, él no se aprovechó de la situación ni tuvieron s*xo, quizá no era tan malo después de todo, ¿sería posible que Nate le diera dinero sin que la obligara a pagarle como si fuera una p*ta?
Mientras pensaba en esto, el estómago de Leila rugió, estaba exhausta y hambrienta, así que se vistió y fue a la cocina.
Si tenía hambre, seguramente él también debía estar igual, y tal vez si le preparaba algo de comer, Nate se pondría de mejor humor y accedería a su petición de darle el dinero sin tener s*xo con él.
Encontró huevos, mantequilla y leche en la nevera, y en los gabinetes también había harina, chispas de chocolate y crema pastelera de vainilla. Leila estaba preparando una mezcla para panqueques cuando sonó su móvil.
De nuevo la estaba llamando un número desconocido, lo cual le provocó un escalofrío.
"Hola", respondió, y de inmediato se dio cuenta de que su corazonada era cierta, se trataba del hombre que había secuestrado a su padre.
"Lucinda, dulce Lucinda, ¿tienes listo mi dinero?", a Leila no le gustaba su tono, tenía una voz aún más maliciosa que la última vez que hablaron.
"¡Por favor, necesito más tiempo! Mañana por la mañana lo tendré, pero no lastimes a mi padre. ¡Por favor!", lloró la chica en tono suplicante.
"¡No! Tienes hasta las 6 de la tarde del día de hoy. Si no lo consigues, tu querido papito estará muerto. Te llamaré más tarde para decirte dónde nos encontraremos", exclamó el hombre, y luego colgó.
Leila se sintió más desesperada, estaba decidida a esforzarse con Nate, ese hombre representaba su última oportunidad de conseguir el dinero, así que estaba lista para hacer cualquier cosa.
Después de freír más de veinte panqueques, rellenarlos con crema pastelera de vainilla y rociarlos con chispas de chocolate, preparó dos tazas de café cubano fuerte. ¡Todo olía delicioso!
Nate apareció justo a tiempo para desayunar.
"Preparé el desayuno. Tenía mucha hambre, así que supuse que tú estarías igual", dijo la chica con la voz más dulce y amable que pudo encontrar.
"Vale", respondió Nate, luego se sentó y empezó a comer los panqueques, uno tras otro, como una máquina, pero su silencio la puso ansiosa, ¿estaría enojado con ella?
Claro, debía estarlo, no le había dado lo que quería, pensó Leila.
Ni la m*mada ni el s*xo, concluyó.
Después de comer el último trozo de su primer y único panqueque, se puso de pie y preguntó: "¿Podrías darme otra oportunidad?", ya era hora de que hiciera su jugada. Todo lo que quería, todo lo que necesitaba era su dinero, y tenía que ser lo antes posible, el tiempo se estaba agotando.
"¿Oportunidad de qué?", preguntó Nate sin ponerle mucha atención, en realidad, estaba sumido en sus propios pensamientos. "¿En qué diablos estará pensando?", se preguntó Leila.
Sin embargo, en lugar de responderle, le pareció que sería mejor mostrárselo.
Primero se quitó la camisa de Nate, que se había puesto esta mañana, por encima de su cabeza y la arrojó a un lado, y luego deslizó sus jeans por sus piernas; todo el tiempo mantuvo la cabeza gacha.
Nate la observó, pero no dijo nada, hipnotizado por su belleza, lo siguiente que se quitó fue el sostén, y por último, las bragas.
Leila se mordió los labios y le preguntó: "¿Ahora qué quieres?", al verla, Nate sintió que su p*ne se tensaba en sus pantalones, luego se levantó de un salto y caminó hacia ella despacio, como un león acechando a su presa.
Se acercó, acarició su cabello y levantó su barbilla para que lo mirara a los ojos.
"Te quiero a ti", susurró mientras le rozaba el lóbulo de la oreja con sus labios, después la sujetó, la levantó en sus brazos y la llevó hacia la cabina.
Leila sabía que esta era su última oportunidad y no podía resistirse, así que dejó que Nate hiciera lo que quisiera.
El hombre la sujetó contra la cama, y de inmediato se colocó encima de ella, sus manos le recorrieron todo el cuerpo, tocando sus senos, pellizcando sus p*zones, y cuando le abrió las piernas, ella gimió y arqueó la espalda, sintiendo el roce de sus dedos en su abertura, era como si quisiera comprobar qué tan húmeda estaba.
Y definitivamente lo estaba, pensó, esperando que Nate estuviera satisfecho con su actuación.
La boca del hombre devoró cada centímetro de su piel, como una bestia salvaje queriendo desgarrar a su presa; Nate no podía controlarse, el deseo por esta mujer lo estaba matando.
Tomó su p*lla con la mano y puso la punta de su cabeza en la abertura de Leila; en una fracción de segundo, por fin la tendría, estaría dentro de ella, y la f*llaría duro y rápido, como tanto lo deseaba.
Leila cerró los ojos mientras sentía lo que estaba haciendo, pero tenía miedo de que le doliera por ser su primera vez, así que los abrió y susurró:
"Soy virgen", tenía la esperanza de que esto lo hiciera actuar con un poco más de amabilidad.
Nate se congeló, y el pánico se extendió por sus ojos color avellana, respiró profundo, luchando con fuerza por controlar a su bestia interior, y luego se levantó; Leila lo miró mientras se alejaba, ella estaba desconcertada y asustada porque supuso que ya no obtendría el dinero que tanto necesitaba.
"¿A dónde vas?", le preguntó, confundida por su reacción.
"Yo no obligo a ninguna mujer a tener s*xo", le dijo él mientras caminaba hacia el baño.
Al ver que Nate la dejaba sola y desnuda en esa cama, Leila pensó que lo había hecho enojar otra vez.
¿De dónde sacaría ese dinero ahora?