"¡Pásame los documentos que están en la mesa!"
Cuando terminó de comer, Gregary tomó la servilleta de la mano de Laurel, se limpió los dedos con elegancia y la arrojó a un lado.
Laurel le miró el vendaje del hombro que le habían cambiado hacía menos de dos horas y que estaba ya de color rojizo.
Era evidente que la herida no había parado de sangrar.
Si no fuera por el hecho de que era fuerte, su cuerpo no habría podido resistir durante mucho tiempo.
Laurel frunció los labios y algo brilló en su mirada.
En silencio, recogió la servilleta que él tiró al suelo y la arrojó a la papelera. Con dulzura, Laurel le aconsejó: "Ahora necesitas descansar. ¡No puedes trabajar!".
"¿Qué?" Gregary no daba crédito. Frunció el ceño y dijo en un tono frío: "¡Haz lo que tengas que hacer y no interfieras en mi trabajo!"
Al escuchar esto, Laurel se enfureció al instante.
Sin saber de dónde procedía el coraje, puso el cuenco en el plato, se puso las manos en la cintura y le gritó con dureza: "¿Quién querría interferir en tu trabajo? ¿Acaso no te quieres a ti mismo? ¿Sabes que aún te sangra la herida?"
Gregary se quedó atónito por su feroz respuesta.
¡Esta mujer se había vuelto tan osada!
"¡Anda, acuéstate y descansa!" Laurel también estaba impresionada por su reacción e hizo un gesto de sorpresa con los ojos. Después fue a quitarle la almohada debajo de su cabeza, sacudió la cama y la volvió a dejar. Entonces, ella lo miró con agresividad, "¡Lo único que necesitas ahora es descansar!"
Gregary se sorprendió una vez más con esta mujer.
No le rebatió y, de forma sumisa, dejó que ella le sirviera.
Gregary no estaba enfadado, sino confundido por su reacción. Así que alzó los labios de buen humor y una sonrisa brilló en su rostro bien definido.
¿Entonces le gritó así porque se preocupaba por él?
Una vez se cerró la puerta de la sala, Laurel dejó de estar tan nerviosa y sus piernas se relajaron hasta el punto de casi caerse.
¡Dios mío! ¿Acababa de reprender a Gregary?
¿Cómo pudo estar tan loca como para atreverse a reprenderlo?
¡Tarde o temprano, la ejecutarían por haberle hablado así!
Por la tarde, Atwood Perry vino a visitar a Gregary.
"Gregary, ¿qué diablos te ha pasado? No me creo que se atrevieran a dispararte a quemarropa. ¡Han firmado su sentencia de muerte!"
Nelson se ajustó las gafas. Con una mirada seria dibujada en su hermoso rostro, dijo: "No es la primera vez que sucede algo así. El poder que tienen sigue siendo muy fuerte. ¡No podemos enfrentarnos a ellos así como así!"
"Gregary, no sé por qué estás tan preocupado. ¡Como mucho, destruiremos su ratonera y le daremos una lección para que dejen de ser tan arrogantes!"
Nelson sacudió la cabeza con impotencia. "Son como pequeñas marionetas. ¡Los hilos que las mueven detrás de ellas son de los que deberíamos preocuparnos!"
Indignado, Atwood añadió: "Te resultó herido de gravedad y casi pierdes la vida. ¿Vamos a dejarlo pasar por alto?".
"Pues claro que no. ¡Tengo mis propios planes! ¡En este mundo, nadie puede aprovecharse de mí!"
"¡Ja ja, eso es cierto!"
Nelson y Atwood se entendieron con solo mirarse.
Gregary no dijo nada. Estaba perdido en sus pensamientos con una expresión fría,
Mientras tanto, Laurel le dio a Gregary agua. Cuando escuchó la conversación, suspiró para sus adentros.
Pensó que eran jóvenes maestros ricos y poderosos, nacidos con un pan bajo el brazo. Desde el momento en que nacieron, innumerables propiedades les esperaban para despilfarrar. La preocupación era una palabra que no existía en su diccionario.
Pero no todo era un lecho de rosas. Su mundo también estaba lleno de desafíos y peligros inimaginables.
Como dice el dicho, para disfrutar algo, hay que pagarlo. Dios es justo.
Gregary estaba rodeado de guardaespaldas dondequiera que iba, pero era algo de lo que se quejaba en secreto. Nunca pensó que una vez que dejaran de protegerlo, su vida correría peligro.
Atwood los miró y su mirada recorrió cada palmo de sus cuerpos. Había un indicio de interés en esa mirada penetrante.
Laurel parecía apacible y con serenidad se sentó al lado de Gregary mientras le daba de comer.
En cuanto a Gregary, aunque estaba escuchando la conversación, sus ojos de vez en cuando se posaban en el rostro tranquilo de Laurel con una expresión amable.
Con miradas dichosas en sus rostros, ¿por qué le daba la sensación de que parecían una pareja de ancianos?
Atwood golpeó el hombro de Nelson con el suyo y le guiñó un ojo, como si de alguna forma su jefe le mostrara así su afecto.
A lo que Nelson preguntó malhumorado: "¿Por qué me diste un golpe?".
"¡Ay!" Los ojos grandes y almendrados de Atwood lo miraron con incredulidad. "Eres un hombre muy anticuado. ¡Está claro que no conoces el comportamiento amoroso!"
Gregary frunció el ceño y miró fríamente los que no pintaban nada allí. "¿Por qué no se han ido ya? ¿Es que esperan que los invite a cenar?"
“...”
Estas preguntas disgustaron a Atwood y Nelson. "¡Oh, vamos! No tienes que ser tan generoso."
"¡Ja ja!" Laurel no pudo evitar reírse.
Gregary la miró de reojo. "¿Que es tan gracioso?"
"¡Parece que los dos te tienen miedo! ¿Les intimidabas desde que eran jóvenes?"
Laurel sonrió y sus cejas se curvaron. Era incluso más hermosa que las flores del jardín.
Gregary se quedó hechizado y por su nuez se podía ver que tuvo que tragar saliva varias veces.
Entonces se levantó, y su hermoso y enfermo rostro se acercó a ella. Su brazo ileso agarró la parte posterior de su cabeza para darle un beso apasionado.
"Hmm..." Este beso dejó a Laurel aturdida por un momento para abrir después los ojos con sorpresa.
Sintió una cálida sensación sobre sus labios.
Si se escondiese, él la perseguiría y al final, todo parecería un odiado juego del gato y el ratón. Los brazos del hombre de repente la agarraron con más fuerza, y sus labios hicieron más presión contra los de ella, hasta tal punto que ella no podía moverse.
Sintió que la fuerza del hombre se volvía más áspera. La besó y le mordió los labios, lo que la impedía respirar.
Era como si estuviera tratando de transferirle todo su aliento. El corazoncito de Laurel se le iba a salir del pecho y su mente se quedó en blanco, de tal manera que se olvidó incluso de respirar. Se había sonrojado. Parecía que le había succionado hasta el aire de sus pulmones.
Laurel finalmente no podía seguir más e intentó zafarse. Extendió la mano y lo empujó, con cuidado para no hacerle más daño en la herida.
"Ah" Un ligero gemido salió de Gregary y sintió cómo su cuerpo se liberó al instante.
Ni siquiera él recordaba la herida que tenía en su cuerpo. Laurel se puso pálida y, presa del pánico, le preguntó: "¿Estás bien?".
Se acostó en la cama y parecía muy débil. "Todavía debes cuidarme, lo sabes, ¿no? ¿No te da miedo de que muera y nadie te mime?"
Sabía que él estaba bromeando para demostrar que estaba bien.
"¿Sabías que nunca me has mimado? ¡Además, si te mueres, encontraré a un hombre mejor!"
Laurel le hizo una mueca a Gregary, se levantó y corrió hacia la puerta.
"¡M*erda! ¡Atrévete a decir eso otra vez!" Gregary alargó la mano para intentar agarrarla, pero era un mero paciente. No atrapó más que el aire.