Debido al envenenamiento, hace ya algún tiempo, Gregary expulsó a Diana del castillo.
Desde entonces, por más que ella lo llamara o le enviara mensajes para mostrarle su arrepentimiento, la actitud de él seguía fría y decidida.
Pero estaba claro que ella no dejaría pasar una oportunidad tan buena como esa.
"Esto..." El guardia de seguridad vaciló. "¡Señorita Diana, por favor, no nos complique más las cosas!"
"¿Que no les complique más las cosas? ¡Já! ¡Si tuviera tiempo, créeme que no lo perdería contigo! ¡Déjame entrar!"
No obstante, y a pesar de las advertencias, Diana corrió directamente hacia el pasillo.
Varios guardias de seguridad se acercaron, pero Diana se guardó un as bajo la manga. Curvó sus encantadores labios, sonrió levemente y cargó frontalmente contra el pecho del guardia de seguridad.
Cierto era que resultaba inusual tener una belleza como Diana apoyada en él. Sin embargo, esto no estaba permitido, ya que ella también era la mujer del joven maestro y una vez se convirtiera en su esposa, ya no habría nada que hacer.
No obstante, si alguien se atreviera a tocar a su mujer, estaría cavando su propia tumba.
El guardia de seguridad estaba tan asustado que trató de evadirla. Entonces Diana aprovechó esa oportunidad para correr directamente hasta el salón.
Los guardias de seguridad detrás de ella se miraron entre sí, pero no había nada que pudieran hacer. Así que tuvieron que llamar al señor Lee para que pensara en imponerle algún correctivo.
Cuando Diana vio que no la alcanzaban, sonrió, pero no esperaba que en frente suya viera a una mujer caminando hacia la sala con una exquisita bandeja de porcelana en la mano.
¡La espalda de esa mujer le resultaba algo familiar!
La mujer vestía un vestido noble de moda en lugar del uniforme de un sirviente. Era evidente que ella no era una doncella del castillo.
¿Quién era esta mujer?
Una fuerte sensación de angustia apareció en su corazón.
Resultó que la razón por la que Gregary no atendía a sus llamadas durante todo este tiempo era porque tenía a otra mujer.
¡Puf! ¡Esa no sabía quién era Diana! ¿Cómo se atrevía a robarle a su prometido?
Sus ojos, delineados de color negro bajo las gafas de sol, despedían una mirada fría.
Aunque Laurel se mostró reacia, hizo todo lo posible para prepararle gachas a Gregary.
Antes de llevárselas, las probó. Su sabor era suave y ligero. No estaba nada mal. Con satisfacción, lo llevó hasta la sala.
En aquel largo pasillo, una mirada penetrante recayó sobre ella. No sabía si era cosa suya, pero sentía que alguien la seguía.
De repente, se detuvo y se dio la vuelta para mirar detrás de ella. Entonces, confundida, frunció el ceño.
¡Detrás suya no había nadie!
Laurel no le dio más vueltas y siguió caminando hacia la sala con las gachas en la mano.
Tan pronto como desapareció de su vista al cruzar el pasillo, la hermosa figura de Diana salió de detrás del pilar.
¡Casi la descubrió!
Si no se equivocaba, esta mujer era...
En ese momento, la criada que estaba a cargo de la limpieza salió de la esquina y se sorprendió por la figura que apareció de repente frente a ella.
"Ah. Mm."
La mirada de Diana se volvió fría. Le cubrió la boca a la criada y la amenazó: "No grites. Solo quiero preguntarte una cosa. ¡Y quiero que seas sincera con la respuesta!".
La criada estaba tan asustada que se le aflojaron las piernas y asintió sin parar.
Dos minutos después, obtuvo la respuesta.
Diana resopló con frialdad en dirección a la sala y luego se fue enojada con el sonido de sus tacones.
Al tratarse de esa mujer, las cosas serían mucho más fáciles.
Ella fingió que no lo sabía y que estaría preparada por si se ofendían. Era bueno que ella estuviera sumida en la oscuridad.
Después de decidirse, se dio la vuelta y se marchó.
Cuando el guardia de seguridad vio que había regresado, inmediatamente respiró aliviado.
Al pasar por delante de la sala de seguridad, se detuvo y se quitó las gafas de sol. Su rostro era tenebroso y no albergaba expresión alguna. Bajó la voz adrede y les advirtió: "¡Nadie puede decirle a nadie que estoy aquí! De lo contrario..."
Un sudor frío recorrió la espalda del guardia de seguridad. Entonces dijo con rapidez: "¡Sí, sí, sí!"
Al verla salir con sus tacones altos, todos respiraron aliviados.
"Capitán, ¿llamó al señor Lee?"
"Aún no."
"¡Está bien! Creo que es mejor que no hablemos del tema. De todos modos, ya se ha ido, ¡finjamos que no ha estado aquí! Escuché que su padre es un conocido mafioso. Su familia es poderosa, ¡será mejor que no la ofendamos!"
"Entiendo. ¡Muy bien, pues cerremos este asunto!"
......
Laurel no tenía ni idea sobre los enemigos potenciales y los peligros que le acechaban.
Llevó las gachas a la sala y descubrió que Gregary miraba algo en su móvil.
¡Parecía distraído, hasta sus ojos estaban llenos de afecto, cosa extraña en él!
¿podía ser cariño?
Probablemente Laurel estaba alucinando.
Este hombre egoísta y arrogante que no sabía cómo respetarla, estaba mostrando su lado afectuoso. Increíble pero cierto.
Laurel se acercó en silencio con la bandeja en la mano, pisando la costosa alfombra sin hacer ruido.
¿Cómo podría una persona tan atenta no percatarse de su presencia?
Frunció el ceño y se inclinó confundida. Miró la pantalla y abrió ligeramente sus pequeños labios. "¡Ven a comerte las gachas!"
El hombre parecía sobresaltado, sin embargo, de inmediato volvió a mirar la pantalla del móvil sobre la colcha.
Levantó la vista y se encontró con los ojos confundidos de Laurel. Al mismo tiempo, estaba un poco avergonzado y enojado. "¿Es que no haces ruido cuando caminas?"
¿Qué creía él que había visto? Y si lo había visto, ¿qué era lo que no quería que viera?
Si ella supiera que él había estado mirando sus fotos durante un buen rato, estaría muy avergonzado.
¡Oh, m*ldita mujer!
Laurel dio unos pasos atrás bajo su feroz mirada. Se golpeó el pecho y lo miró. "¿Por qué eres tan agresivo? Eras tú quien miraba la pantalla del móvil con tanta atención, entonces, ¿por qué me culpas a mí?"
"¿Qué fue lo que viste?" dijo Gregary mientras la miraba con frialdad y fruncía el ceño.
Laurel respondió con amargura: "¡No vi nada!".
Su respuesta hizo que Gregary diera un suspiro de alivio. Era conveniente que ella no viera nada. "Trae las gachas. ¿Por qué estás tan lejos? ¡No muerdo!"
¡Gilipoll*s!
Laurel apretó los dientes y se acercó con el cuenco en las manos.
Para un hombre tan irrazonable y alborotador, ¿qué más podía hacer ella? Por supuesto, ella no estaba dispuesta a discutir con él.
Así que puso el tazón en frente suya de inmediato.
"¡Dame de comer! ¡Date prisa!" Gregary levantó las cejas y la miró con incredulidad. "¿Esperas que me coma esto yo solo? Salí herido cuando fui a buscarte. ¿No es tu responsabilidad cuidarme?"
Laurel se quedó aturdida. ¿Podría siquiera culparla por eso?
"¿Quién te envió allí? ¿Acaso te pedí que fueras?"
"Te dije hace tiempo que si alguna noche no regresabas, te encontraría en persona. ¿No lo recuerdas?"
Su voz profunda y su tono frío daba la sensación de que fuera a devorarla si se atreviera a refutarle.
Con resignación, cogió el cuenco y le metió las gachas en la boca a cucharadas, una tras otra.
"¡Más despacio!", dijo el hombre con disgusto.
“...”
"¿Sabes acaso cómo alimentarme? ¡Me estás tirando la comida por la boca!" El hombre la miró fijamente.
“...”
"¡Habla! ¿Por qué me estás mirando? ¡Límpialo!" Su tono de voz se estaba volviendo cada vez más rabioso.
“...”
Al fin terminó su tazón de gachas con percances y disgustos.
En realidad, Laurel quería preguntárselo. ¿Era cierto lo que se rumoreaba sobre el presidente del Grupo Stewart, que era el más despiadado del mundo entero? Hasta Martha le tenía miedo y decía que era Satanás.
¡No importaba cómo lo mirara, Gregary era simplemente un adulto que se comportaba como un niño!