Capítulo 15
750palabras
2022-07-15 13:55
Albert, que estaba detrás de la puerta, estaba tan sorprendido que casi se le salió el corazón del pecho.
La secretaría era parte de su responsabilidad administrativa. Pensó que sería una secretaria alborotada que acababa de irrumpir, por lo que inmediatamente reprendió: "¿Quién permitió que te comportaras con tanta presunción en la oficina del presidente?".
Pero tan rápido como volvió la cabeza, vio a Laurel delante de la puerta, con una expresión obstinada y sombría. Inmediatamente se quedó callado y se hizo a un lado, tomando el papel de un espectador curioso, ansioso por ver qué iba a pasar a continuación.

Al escuchar esa voz que le resultaba familiar, la frente de Gregary se arrugó y juntó las cejas. Acto seguido, levantó los ojos para mirar a la puerta.
Cuando lo hizo, vio a una mujer enojada frente a la puerta.
Los guardias de seguridad le tenían los brazos doblados hacia atrás. No podía mover el cuerpo, tenía el cabello despeinado y uno de sus tacones se le había roto. Laurel estaba hecha un verdadero desastre.
Su diminuto rostro, que podía caber en la palma de la mano, se había teñido de un magnífico color rosado debido a su enfado.
Se veía algo tonta, pero muy linda cuando estaba enojada.
Los ojos de Gregary se posaron en las manos de los guardias de seguridad que sostenían a Laurel. La expresión tranquila del rostro del hombre permanecía inalterada, pero un brillo oscuro inundó sus ojos.

El guardia de seguridad sintió que todo su cuerpo se entumecía al toparse con la mirada de Gregary. Rápidamente se disculpó: "¡Señor presidente, lo siento! ¡Hemos fallado en nuestro deber!"
La voz de Greg era fría. "A todos los que están aquí hoy los sancionaré con dos meses de salario. ¡Vuelvan a su trabajo de inmediato!"
"¡Sí, señor!"
La presión sobre el brazo de Laurel desapareció, al igual que la multitud que estaba detrás de ella. 

Albert le lanzó a Laurel una mirada pensativa antes de seguir a la multitud fuera de la habitación y cerrar la puerta detrás de ellos.
Las cejas de Laurel se agitaron ante el sonido de la puerta al cerrarse. Su instinto fue el de huir.
En el momento en que Gregary levantó la cabeza, la chica sintió una fuerte presión.
El hombre se sentó con la espalda rígida en su silla. Aunque él estaba sentado y ella de pie, su aire condescendiente la impresionó, como si literalmente la estuviera mirando por encima del hombro.
Laurel se obligó a ignorar el aura intensa que emanaba. En lugar de eso, se armó de valor y le dijo: "¡Gregary Stewart, tenemos que hablar sobre lo que pasó anoche!".
"Lo que pasó anoche..." La mirada de lince Gregary se posó en Laurel como si estuviera visualizando lo que decía.
Sus ojos oscuros y fríos recorrieron de arriba abajo a la chica y finalmente se posaron en sus pechos. Unos segundos más tarde, dijo gradualmente, en tono sosegado, "¿Qué pasó anoche?"
"¡Alimaña! ¿Qué estás mirando?" Su mirada siniestra hizo que el rostro de Laurel se volviera rojo de ira.
Con las manos cruzadas frente al pecho, le gruñó: "¡Deja de hacerte el tonto! ¿No crees que deberías darme una explicación sobre lo que pasó anoche? ¿Por qué me pediste que me disculpara contigo? ¡Esta es una sociedad regida por la ley! ¡Voy a llamar a la policía y haré que te arresten!
"¿Explicación? ¿Qué tipo de explicación quieres?" Su voz sonaba extremadamente fría, pero su timbre muy agradable, ronco y magnético.
Gregary se levantó lentamente. Se quitó con elegancia la chaqueta del traje. Acto seguido, con sus dedos largos y delgados se desabrochó la camisa de color claro y caminó hacia Laurel.
Sus labios color escarlata se inflaron levemente, suavizando sus facciones frías y cinceladas, lo que lo hizo lucir extremadamente hermoso.
La joven tragó saliva y dio un paso atrás para observarlo con cautela, empujando su espalda contra el tablón de la puerta.
Parecía lista para escapar en cualquier momento.
Sin embargo, Gregary parecía haber leído sus pensamientos. De repente, se inclinó hacia adelante y presionó con sus fuertes brazos el tablón de la puerta, acorralando a Laurel contra la puerta y dejando apenas unos centímetros entre sus cuerpos.
El potente aroma masculino de Gregary era tan abrumador que casi la asfixió.
Su corazón palpitaba con fuerza y sus ojos se agrandaron de pánico.
Estiró las manos y empujó contra el pecho de Gregary. "¡Tú, aléjate de mí! ¡No te atrevas a acercarte tanto!"