Ya estábamos de camino en mi auto, nos encontrábamos en total silencio, ella evitando a toda costa mi mirada, y yo maquinando ideas en mi mente, por un momento, vino una idea magnífica a mi cabeza, solo que para llevarla a cabo debía distraerla para que no se diera cuenta de mi plan oculto, si no hasta luego de que estuviera hecho, y fuera demasiado tarde.
-¿Me presentaste a Kayla intencionalmente cierto?- Pregunté en un intento de buscar conversación.
-Así es, según ella no parabas de ver a nuestro grupo y ella quiso creer que es a ella a quien se dirigía tu mirada- Dijo dando una sonrisita confiada.
-¿Creer? puede que si fuera a ella a quien estaba viendo- Moleste.
-Bueno, entonces ella estaba en lo cierto- Respondió con sequedad. -Igual y si te gustó, te digo de una vez, que a esta si la apruebo, es una chica agradable, y según ella eres un bombón-
-¿Lo apruebas?- Pregunté curioso.
-Si, lo digo porque si la comparamos con las dos locas anteriores que intentaron meterse conmigo solo por estar obsesionadas contigo, en definitiva Kayla me parece que es mejor- Acepto.
Rei con gracia, ya sabía que hablaba de Amber y Samantha.
-¿Tan fácil me regalas a otra chica?-
-No puedo regalar lo que no es mío- Respondió tajante.
-Sabes bien que la única que me importaba de ese grupo eras tú, y a quien no podía quitarle la mirada de encima era a ti, ¿no le dijiste eso a la chica? – Enarqué una de mis cejas.
-No, en vez de eso puede que le haya dicho que se sospecha que eras gay- Río bajito.
-¿Gay?- “Que carajos”.
-Si, gay, que te gustan los hombres, ya sabes- Repitió.
-Me imagino que no lo hiciste con mala intención ¿verdad? - Pregunté sarcástico entrecerrando mis ojos un poco.
“¿Como es que me trae tan loco esa niña loca?”
-No, para nada, solo le dije que se rumoreaba que era confusa tu sexualidad, pero creo que fue porque lo leí por ahí una vez- Mintió como una niña que inventaba su travesura.
-Estas muy loca- Ladee mi cabeza a lo que ella rio sin tapujos.
-Pero fuiste tú quien le confirmó mi mentira cuando te deshiciste de ella sin más, para luego irte detrás de mí y encerrarnos en el baño- Hizo una pausa. -Aunque esa segunda parte ella no la sabe- Hizo una media sonrisa.
-Tú tienes claras mis preferencias- Dije atrevido.
Ella rodeó sus ojos y yo me reí por su gesto, ya que sabía que con simples palabras lograba molestarla.
-Kiram, este camino no es el de mi casa- Dijo viendo con más atención las calles.
"Mierda, ya se dio cuenta” Pensé, pero ni dije nada en respuesta, igual ya estaba cerca de llegar.
-Kiram- Repitió en un intento de llamar mi atención,
-Que- Conteste.
-Ya escuchaste, este no es el camino que lleva a mi casa- Volvió a decir.
-Eso es, porque no vamos a tu casa- Respondí con la vista en frente.
-Entonces...- Antes de preguntar a dónde la llevaba, abrió la boca con sorpresa. -¿Que carajos hacemos en tu casa?- Preguntó.
-Es tarde, es mejor si te quedas en mi casa hoy- Fue todo lo que se me ocurrió poner como excusa.
Una vez afuera, estacione el auto.
-¿Estás loco? ¿qué le voy a decir a mi madre? - Dijo mirándome con los ojos de par en par. -Ella no sabe nada de ti- Volvió a decir.
Una sonrisa gustosa escapó de mis labios.
-¿Ósea que aceptas que si tenemos una relación?-
Al oírme, abrió los ojos a más no poder.
-Sabes que no fue eso lo que quise decir- Negó.
-Está bien, eso pronto lo vamos a remediar- Asegure, para luego abrir la puerta y salir.
Fui hasta su puerta y la abrí para que saliera.
-Ya baja-
-No- Se cruzó de brazos como toda una malcriada.
-¿Sabes lo que les pasa a las niñas malcriadas?- Me incline para susurrar cerca de su oreja.
Al ver las evidentes intenciones en mis ojos, cedió.
-Okey, pero si me meto en problemas será toda tu culpa… Ah, y no pienso dormir ni a veinte metros de ti- Dijo para encaminarse a regañadientes hasta la entrada de la casa.
Una vez dentro de la casa, fue directo a sentarse en el mueble, su actitud infantil me causaba suma gracia, por otro lado, me sentía triunfante de que no se hubiera continuará oponiendo a quedarse a dormir, en los peores escenarios creados en mi cabeza, había pensado que se opondría tanto que me haría llevarla de vuelta a su casa.
-Dios mis pies están muertos- Murmullo mientras se quitaba los tacones.
-¿Quieres algo?- Pregunté.
-Si, que me digas donde voy a dormir ahora mismo- Contestó mientras sobaba sus pies.
-Te puedo ayudar con esos pies hinchados, si quieres- Ofrecí sin sonar muy interesado.
-Mmm… No gracias, después de un baño pasará- Aseguro con una falsa sonrisa.
-Ven, vamos al otro piso para mostrarte dónde será tu dormitorio esta noche-
Seguido de decir eso, subí las escaleras y ella me siguió con sus pies descalzos, ya en el segundo piso, entramos a mi habitación.
-Es aquí, allá están las toallas- Señale. -Puedes ponerte esta camisa para que duermas con más comodidad- Le entregue. -Allá está el baño- Esta vez señale la puerta.
-Okey, Gracias- Dijo y se adentró a él sin más.
Me dirigí a ducharme en el baño de otra habitación, lo hice con rapidez, y mientras lo hacía, no dejaba de pensar con emoción en que esa pequeña fierecilla se encontraba en la habitación de al lado, en mi habitación personal, y en lo difícil que sería poner todo de mí, a sabiendas de que la tenía tan vulnerable en esta casa solo para mí y no poder tocarla, en definitiva, desde que la había conocido había actuado como un completo crío, y no como un hombre de mi edad o al menos como el hombre que solía ser, al menos en cuento a ella se trataba, tampoco es como si me creyera un anciano, aunque con esa chica cerca era difícil sentirse de ese modo.
Cuando regresé a mi habitación que era donde ella se encontraba, resultó que aun la chica no había salido del baño.
-Kiram, ¿esta es tu habitación personal? - Al fin salió y preguntó curiosa mientras secaba su cabello con una toalla.
Por un momento imaginé que su pregunta se debía a que vio los productos de higiene personal tan específicos ahí dentro, pero mis pensamientos cuerdos se vieron nublados una vez que la vi en mi camisa que le llegaba hasta sus muslos dejando ver sus provocativas piernas, aunado a eso, no llevaba sujetador debajo por lo que podía ver sus pezones bien marcados, se veía tan sexy con la camisa de mi pijama puesta que de solo verla lograba que pequeñas contracciones involuntarias se sintieran en mi miembro.
-Así es- Respondí a su pregunta tragando hondo.
-¿Porque no me llevaste a una de invitados? Esta es una casa grande, de seguro hay muchas más- Preguntó con persistente curiosidad.
-No es tan grande, solo hay tres más aparte de esta- Dije a modo de información. -Y respondiendo a tu pregunta, quise que estuvieras en la mía-
Al oír mi contestación, su mirada cambió a estar un poco entrecerrada, parecía pensativa y dudosa al mismo tiempo.
-Supongo que acostumbras a que todas las mujeres se queden en tu habitación- Afirmó con seguridad para luego darme la espalda.
Me acerque a ella y la voltee a mí.
-No Bella, jamás he traído a una mujer a mi casa para hacer lo que tú estás pensando, soy muy celoso con mi espacio, jamás lo ensuciaría con aventuras- Confesé.
Su entrecejo se frunció ligeramente demostrando estar confundida. Lo que había confesado recientemente era totalmente la verdad, si había tenido encuentros a lo largo de mi vida, pero ninguno en mis espacios personales, ni siquiera con Amber en esos encuentros posteriores a nuestra relación.
-Pero me traes a mi- Hablo en tono bajo casi tímido. -Digo, no es que vayamos a hacer algo...- Rectificó inmediatamente una vez cayó en cuenta de lo estaba insinuando, iba a continuar explicandose, pero antes la interrumpí.
-Veo que aún no has entendido quién eres para mí- Dije con una sonrisa, y me acerque mucho más a ella.
Sin pedir permiso, deslicé mi mano debajo de la camisa que quedaba grande en ella, pasándola con suavidad de subida por su espalda desnuda, ella arqueo su espalda al sentir tal toque, de ese modo la atraje tanto que quedó totalmente pegada a mi cuerpo.
-¿Que es eso que no he entendido?- Pregunto nuevamente.
No estaba siendo la Bella altanera, ni la que se resistía, estaba siendo más bien la Bella tranquila y tímida, y esa Bella también me encantaba, que se estuviera comportando así, me decía que yo seguía teniendo ese efecto en ella de con mis caricias poder apaciguar a la fierecilla, podía notar que le costaba resistirse a mí, tanto como yo a ella.
-Que tú no eres cualquiera- Conteste. -Eres la mujer por la que ya perdí el poco control que me quedaba, eres quien no sale de mi cabeza en ningún momento del día- Dije tan cerca de su boca que respiraba su aliento fresco. -Eres la única mujer, que logró ganar mi corazón- Reclame sus labios con necesidad.