Capítulo 50
1514palabras
2022-09-15 14:01
_ Le llamaré que venga antes, si así lo deseas, Camila. – mencioné sonriendo de lado, no sabía qué hacer, pero sí, tenía claro que quería seguir manteniendo la sonrisa en su rostro y así fue.
_ ¿Harías eso por mí? – preguntó ella sonriendo, verla así se sentía cómo estar en las nubes, volando entre ellas.
_ Haría todo por que estés bien, Camila. – mencioné, aunque eso significara traer al hombre que te hace feliz, el hombre que te quita el aliento, por el que tu corazón late, desearía ser Leonardo en este momento… Sonreí, nunca deseé ser cómo alguien más, me sentía estúpido.

Yo, Salvatore Cipriani, nunca quise nada que no pudiera tener, mis recursos eran ilimitados, mi poder no tenía limites, y, aun así, estaba deseando que aquella mujer tuviera ojos para mí, cuando era evidente que nunca lo haría.
_ Gracias. – se limitó a decir. Su mirada estaba mirando directo a mis ojos, sus mejillas enrojecieron, no pude evitar sonreír de pronto, luego, sin esperármelo, su mirada se escondió en la almohada. – ¿Puedo hablar con él? – preguntó nuevamente.
_ Claro, lo llamaré. – mencioné sonriendo desganado, no sabía por qué me sentía de esta manera, pero no me gustaba en lo absoluto, estaba odiando este sentimiento de no ser correspondido.
Llamé a Leonardo, contestó al primer tono, la verdad esperaba que no lo hiciera.
_ Aló. – mencionó él. - ¿Cómo está Camila? No llevaré a los niños, me iré de inmediato a la dirección que me has dado. – mencionó.
_ Bien. – contesté serio, pero el nudo en mi garganta se estaba comenzando a formar, no sentía esto desde pequeño, desde que mi madre se había marchado a quien sabe dónde, escapando de las garras de mi padre. – Alguien quiere conversar contigo. – agregué entregándole el teléfono a Camila.

_ Amor, ¿Cómo estás? – preguntó Leonardo, lo sabía porque estaba en alta voz. Camila me miró por algunos segundos.
_ Estoy bien cariño. – mencionó Camila. - ¿Cómo están nuestros pequeños? – preguntó con sus ojos llenos de lágrimas. – Ya quiero estar con ustedes nuevamente. – mencionó sonriendo con su mirada triste.
_ Y yo contigo, princesa mía. – dijo Leonardo, quería ser él en estos momentos, tenerla a ella, que de tan solo escuchar mi voz sus ojos brillaran de aquella manera en la que lo hacían con Leonardo. – Voy en camino para verte, te prometo que no descansaré hasta volver a tenerte a mi lado nuevamente. – mencionó, sonreí por su comentario, no podía creer que estuviera ayudándolo para perder a la mujer que me traía de esta manera.
Salí de la habitación, le indiqué a Camila que me avisara apenas terminaran de hablar, cosa que no pasó, porque primero llegó Leonardo a la casa y luego colgó la llamada, se dirigió directo a mi habitación.

_ La he hospedado en mi habitación, pero tranquilo, no ha pasado nada entre nosotros, es una medida de precaución. – mencioné sonriendo, solo quería ver la expresión de Leonardo, pero a diferencia de lo que esperaba, lucía completamente tranquilo.
_ Lo sé, Camila me ama, nunca sería capaz de hacer algo de lo que insinúas. – mencionó entregándome una sonrisa de lado, llena de satisfacción.
_ Bien. – mencioné alejándome de él y dejando que pasara tiempo a solas con su mujer, con el amor de su vida.
Camila Sáez
Escuché pasos, seguramente era Leonardo, ya antes me había dicho que venía llegando, además, había escuchado su voz hablando con Salvatore hace apenas algunos segundos. ¿Cómo decirle lo que estuvo a punto de sucederme? Es más, ¿Valía la pena decírselo? Ya de por si se debe estar sintiendo vacío, al no poder hacer nada más que aguardar para sacarme de este sitio, no quiero elevar aún más la carga que lleva en sus hombros.
_ Amor. – escuché su voz al abrir la puerta, me levanté enseguida de la cama y me dirigí hasta él, lanzándome en sus brazos, besando su rostro, extrañaba tanto esto, deseaba tanto volver a ver a Leonardo.
No eran las mejores circunstancias, pero sin duda amaba este momento, estando junto a él, ver su sonrisa, sus ojos llenos de lágrimas, ver su clara felicidad al tenerme entre sus brazos, frente a él. Necesitaba esto.
_ Te he extrañado tanto, amor. – susurré escondiendo mi rostro en su cuello.
_ Y yo deseaba volver a tenerte a mi lado. – mencionó sonriendo. – Entre mis brazos, poder acariciar tu rostro, dios Camila, cuanto te he extrañado. – mencionó y no pude evitarlo, besé sus labios cómo si se tratara de la primera vez que lo hacía, con aquella pizca de inconciencia, pero lleno de deseo.
_ Te amo. – mencioné sonriendo mientras él me tomaba en sus brazos y me llevaba a la cama, sin duda no era el momento ni el lugar para hacerlo, pero, ¿Qué más da? Cerró la puerta con seguro.
La necesidad de ambos era evidente, nos deseábamos de tal manera que parecía que el mundo se venía encima de nosotros.
Él jaló mi pantalón y ropa interior quitándolas de mi cuerpo, gemí en respuesta a su acto, se coló entre mis piernas para desabotonar mi blusa mientras besaba mis labios, rápidamente mis manos se dirigieron a su pantalón, desabotonándolo con desespero.
_ Leonardo. – mencioné entre gemidos, sonreí besando sus labios, mordiendo su labio inferior, él sonrió, levantándose y quitando su camisa, y el resto de sus prendas, me encantaba verlo, completamente desnudo, mío, así como yo era solo suya.
Sus manos se dirigieron a mis caderas, presionándolas con fuerza, pero sin causarme daños.
_ No sabes cuantas noches ha pasado por mi mente hacer esto. – susurró en mi oreja con aquel tono tan sensual que me hacía estremecer entre sus brazos.
Meses después.
Camila ya estaba junto a Leonardo y sus hijos, las cosas con Ana habían salido mucho mejor de lo planeado, es más, estaba completamente seguro de que no tendríamos problemas con ello, ni siquiera con mi padre, que al final, terminó entendiendo qué aquella mujer solo estaba con él por su poder.
Me encontraba bastante inquieto, pues ese mismo día le confesé a Camila lo que sentía, de solo recordarlo se me revuelve el estómago.
“No podía con mis nervios, ella se había quedado para ayudarme, claro que, junto a Leonardo, había tratado de no hacerme falsas esperanzas, pero, ¿Por qué lo haría?
_ Camila, ¿Puedo hablar contigo un momento? – mencioné sonriendo tímidamente, nunca me imaginé sentirme de esta manera, después de todo yo era el gran Salvatore - Cipriani, nunca nadie había logrado colarse tan profundamente en mi sistema.
_ Claro. – respondió ella sonriendo, besando a Leonardo en los labios, y dirigiéndose hasta mí. – Dime, ¿Qué sucede? – preguntó ella con aquel brillo de sus ojos tan característico, estaba feliz y no quisiera arruinar su felicidad. – Le había comentado a Leonardo que podrías venir a comer de vez en cuando con nosotros, de debo mucho, Salvatore. – mencionó ella.
_ Camila. – suspiré. – No sé si lo que diré será lo correcto, pero es la verdad, lo que siento… lo que tú provocas en mí. No creí ser una buena persona, pero gracias a ti me he dado cuenta de que sí. – agregué. – Yo… en este tiempo que has estado conmigo… bueno, yo…
_ Salvatore yo… - interrumpí de inmediato.
_ Déjame decirlo, Camila, si no lo hago seré un cobarde de mierda y no quiero serlo. – mencioné. – Tú, no sé cómo pasó, pero te fuiste colando en mi corazón, en mi ser y no me di cuenta hasta que fue imposible retractarme de lo que sentía, por dios Camila, sé que lo nuestro es imposible, sé que amas a Leonardo y que yo solo soy otro delincuente más. – mencioné sonriendo, una sonrisa triste, solo quería que este tormento terminara, pero ella no dijo nada.
_ Salvatore, no te considero un delincuente más, para mí ya eres familia, me has ayudado más de lo que esperaba, por ti hoy puedo estar con Leonardo y con mis hijos. – mencionó ella. – Ese hombre del que hablas ahora, ese siempre has sido tú, solo que no te habías dado el tiempo de verlo antes. – agregó. – Estoy segura de que ese corazón tuyo no merece mi desplante y de qué no soy tu amor verdadero. – agregó nuevamente. – Tal vez existe una mujer, de la que no te has dado cuenta, que muere por hacerte feliz. – terminó de decir.
_ Perdón Camila, tenía que decirte lo que sentía mi corazón para estar tranquilo conmigo mismo. – mencioné sonriendo. – Entiendo que tu corazón le pertenezca a otro hombre, seguiré tu consejo, veré más allá de mi nariz, espero que podamos vernos pronto, pero después de esta confesión, tal vez no quieras volver a verme.
_ Seguro que sí, Salvatore. – mencionó ella sonriendo. – Cómo te dije, eres parte de la familia ahora. – agregó.”