Salí, tenía unos asuntos que arreglar con Ana, digamos que se había quedado en mi habitación, no me agradaba en lo absoluto que lo hiciera, los hombres de mi padre podrían decirle lo sucedido, aunque creo que Ana se acuesta con un par de ellos también, es muy astuta la perra.
Volví a casa, subí a la que era mi habitación, donde se estaba hospedando Camila, una vez allí me di cuenta de qué estaba profundamente dormida. Sí, por primera vez en mi vida me dormiría en una habitación que no era la mía, y peor aún, por cedérsela a una mujer con la que ni siquiera había tenido intimidad.
Semanas después.
_ Estaré fuera durante el día. Tengo cosas urgentes que hacer. – mencioné una vez me di cuenta de la presencia de Camila detrás de mí.
_ Ir a acostarte con Ana es una de esas cosas importantes. – comentó ella, sonreí. No podía creer que estaba sonriendo por lo que me decía, ¿Quién eres tú? ¿Por qué me siento de esta manera estando contigo?
_ ¿Estás celosa? – dije levantándome de mi silla y acercándome amenazadoramente a ella, no sé por qué lo estaba haciendo, solo era instinto puro el que me guiaba.
_ Ni lo creas. – mencionó ella saliéndose de mi alcance. – Solo no creo que sea una buena idea que te acuestes con ella para cumplir tu cometido, puede escapársete que estoy aquí, como tu protegida. – mencionó nuevamente. - ¿Cuándo podré hablar con Leonardo y con mis hijos?
_ Sabes muy bien que no puedes hablar con tus hijos, pueden revelar información que no queremos, en cambio tu queridísimo Leonardo vendrá esta noche a verte. – mencioné sonriendo amargadamente, no entendía por qué sentía esta sensación tan extraña en la boca de mi estómago.
_ ¿En verdad? – preguntó ella con ilusión en sus ojos, en ese momento me sentí, por primera vez en mi vida, sensible y vulnerable, no podía creer que unos cuantos días con esta mujer me bastaran para sentirme de esta manera.
_ Sí. Ahora, ya tengo que irme. – mencioné nuevamente, esta vez, saliendo de la habitación.
Las horas pasaron, Ana no llegó nunca a nuestra cita casual, pero recibí un mensaje a los minutos.
“No podré asistir a nuestro plan, tenía otros asuntos.
También sé de lo que tienes escondido en tu casa, no me importa en lo absoluto, solo espero que tus hombres no le hagan mucho daño una vez llegues”. – escribió ella adjuntando una carita sonriente, no podía creer que había caído en su trampa.
Había actuado muy por debajo de mis estándares, cogí mi abrigo y me dirigí a mi auto, tenía que llegar lo antes posible a mi casa, no podía dejar que alguien le hiciera daño a Camila, no podría vivir con ello.
La maldita de Ana tenía mucha más inteligencia de lo que había pensado.
_ ¿Qué está pasando en este sitio? – dije una vez me di cuenta de todo el desorden que había en el departamento. – Creo que alguien tendrá bastantes problemas hoy. – agregué en un tono amenazador.
Hace un par de semanas Camila se ha estado quedando aquí, Ana debió enterarse porque era un secreto a voces entre mis hombres, la linda chica que se quedaba conmigo, aunque supongo que Ana piensa que la uso para cogerla cada que no puedo hacerlo con ella, cosa que me parece gracioso, pues he logrado que se sienta celosa, de alguna u otra forma.
De pronto empecé a escuchar gritos desde la habitación de Camila, entré y encima de ella había tres hombres tratando de ultrajarla, saqué el arma de la pretina de mi pantalón y disparé al aire captando su atención enseguida.
_ ¿Qué mierda están intentando hacer? ¿Quieren una cita con el mismísimo diablo tal vez? – mencioné alterado, la situación de Camila no era mucho menor, su cara estaba pálida, se había esforzado demasiado tratando de protegerse de estos animales.
_ Señor Salvatore, la señora Ana ha estado diciéndonos que en su casa había una chica que lograría satisfacer nuestras necesidades y pues solo la hemos encontrado a ella. – mencionó uno de los muchachos que estaba en la habitación.
Maldita Ana, entorpeciendo mi trabajo siempre. Tenía que pensar en algo rápido, ella no podría salirse con la suya y Camila no podía volver a pasar por un pencarse como este.
_ No encontraron mejor distracción que tratar de meterse en la cama de mi futura esposa. – mencioné. Los ojos de Camila se abrieron cómo los de un búho, mala comparación, lo sé, pero no se me ocurría nada más por el momento.
_ Se-señ-ñor n-no lo sab-sabíamos. – mencionaron todos al unísono, con voz temblorosa, muertos de miedo.
_ Pues ahora lo saben y correrán la voz de qué la mujer que se alberga en mi casa será la futura señora Cipriani[A1] . – todos salieron de la habitación disculpándose con Camila por lo sucedido y que darían su vida por protegerla, pero lamentablemente el daño ya estaba ocasionado. – Creo que no se necesita más que uno para dar un mensaje. – agregué sonriendo de lado.
Apenas los hombres voltearon les había disparado a quema ropa, dos de ellos cayeron al suelo, muertos al instante, no me agradaba, pero el mensaje debe quedar claro.
_ Debes agradecer que viviste, tienes una misión que cumplir para mí. Quiero que investigues todo acerca de la vida de Ana, pasada y presente, quiero mantenerme al tanto de todos sus movimientos, de sus decisiones, absolutamente todo, serás su mano derecha. – mencioné amenazando. – Si no, quedarás igual que tus amigos.
_ Sí, señor. – mencionó el hombre agachando su cabeza y tratando de salir de mi vista.
_ Recuerda donde irás a parar si me traicionas. – mencioné nuevamente, el pobre chico ni siquiera supo donde esconderse cuando salió, sus movimientos torpes y su cara pálida de miedo solo aumentaban mi ego de ser el más temido de la familia.
Volví a la habitación de Camila, esta vez era imprescindible que se quedara conmigo, en mi habitación, aunque probablemente no aceptaría dormir junto a mí, tenía su temperamento la muchacha y es algo que me atrae de ella, no cómo me gustaría, pues mi constante interés en ella puede jugarme en contra en algún momento.
_ Hola, Camila. Te he traído un té de manzanilla. – mencioné entrando en la habitación, pero ella ya se encontraba dormida, arropada hasta su cabeza, no me imaginaba como se sentía, pues ella no era una simple mujer, o una prostituta de las que se encuentra en cada esquina, ella era especial y era ciego el hombre que no lo notaba al solo verla.
Me senté a su lado, esperé alguna reacción, alguna palabra, pero nada, se había dormido profundamente, espero que así encuentre paz, la paz que Ana le ha robado, y es qué, desde que llegó a este lugar ni una sola vez la he visto sonreír y estoy segura que su sonrisa es hermosa.
Sonreí al verla tan tranquila, es cómo si me la transmitiera a mí mismo, cosa que creía era imposible, nunca he sido capaz de sentir tranquilidad en mi maldita vida, ni siquiera cuando tenía conmigo a mi madre, mi padre se encargaba de ello.
_ Gracias. – susurró ella tomando una parte de mi chaqueta, digamos que siempre me ha gustado vestir de traje, me hace sentir por encima de los demás, lo suficientemente inalcanzable para los demás.
_ No es nada. – mencioné sonriendo. Sacudí mi cabeza, ¿Qué estaba haciendo? ¿Sonriendo por alguien? ¿Qué te pasa Salvatore? Ni siquiera estás consiguiendo algo a cambio por esto. – Tengo que mantenerte a salvo y calmada, no quiero que mis planes sean arruinados por una niñata cómo tú. – agregué dejando mi sonrisa de lado.
_ Leonardo. – dijo haciendo una pausa. – ¿Él vendrá? – agregó con una leve sonrisa en sus labios, sonreí tratando de mantener la compostura, no me había agradado para nada su comentario, pero no podía hacer nada al respecto, no podía creer que me sintiera así con esta niñata.