Leonardo Álvarez
Conversación entre Leonardo y Agustín.
_ ¿Estás seguro de lo que dices? – pregunté enojado, no podía creer la calaña de persona que era Esteban y cómo se coludió con Ana por sexo.
_ Sí, Leonardo. Lamento decírtelo por que es mi hermana, pero no puedo dejar que arruine tu relación con Camila, entre Esteban y ella te drogaron, te emborracharon y hicieron parecer que tuviste sexo con ella. – mencionó. Tenía que hablar con Camila y advertirle, pero antes tenía que salir de una duda.
_ Ella insinúa que está embarazada, Agustín, ¿Quiere decir que está embarazada de Esteban? – pregunté.
_ Es lo más probable, Leonardo. También quería aclarárselo a Camila, pero no sabía si también se lo habías dicho. – mencionó, evidentemente no lo había mencionado, lo último que quería era perderla, por eso se lo oculté. Ahora espero que pueda creerme.
_ Gracias, Agustín, eres un amigo de verdad. – mencioné sonriendo. – Nos vemos pronto, iré a la universidad a buscar a Camila, pero antes pasaré a discutir algunas cosas con Esteban. – corté la llamada, tomé las llaves del vehículo, lo encendí y emprendí mi camino.
Seguí mi camino pensando en todas las cosas que me había dicho Agustín, no sé qué motivos tenía Esteban para hacerme esto, digo, siempre he estado con él, apoyándolo, ayudándolo a sacar adelante su carrera.
Camila Sáez
_ Eso no es verdad. – mencioné. – Leonardo no sería capaz de engañarme de esa manera contigo. – agregué.
_ Ay, niña, no te hagas más la víctima, tu relación con Leonardo nunca iba a terminar bien, ustedes son de distintas clases sociales, él merece una mujer cómo yo que pueda brindarle todo lo que el quiere, placer… mucho placer. – mencionó. – Además, por ahí me contaron que estuvieron más de tres meses sin tener sexo, ¿Qué pareja puede sobrevivir a eso? – comentó.
_ Tú no tienes por qué saber sobre nuestra vida privada y mucho menos tienes que opinar sobre ella. – mencioné enojada. Ella se rio a carcajadas.
_ Por favor, si eres la comidilla de todos los amigos de Leonardo, Esteban me contó absolutamente todo lo que hacían… pobrecita, tal vez si no hubieras perdido ese bebé él seguiría mucho más apegado a ti. – mencionó, sus palabras dolían, pero no iba a dejar que viera cómo me afectaban.
_ Tú no tienes por qué meter tus asquerosas narices y garras en mi vida con Leonardo, entiende, perdiste. – respondí. – Él me ama y quiere estar conmigo. – agregué.
_ ¿Por qué crees que envió aquel mensaje esa noche? Leonardo solo te tiene lastima, y a diferencia de ti, yo si podré darle un hijo, es más, estoy embarazada, mira. – dijo mostrándome el test de embarazo con la foto de la ecografía, era un bebé.
Me encontraba en shock, ¿Por qué Leonardo me había hecho esto? Será qué, ¿Verdaderamente me tiene lastima? No estaba segura de ello, tampoco quería seguir hablando con esta mujer, seguramente cumpliría su cometido, ponerme en contra de Leo.
Me alejé, no sabía que más hacer, tenía la última clase, pero ni siquiera quería entrar, tal vez Ana tenía razón, Leonardo se arrepintió justo cuando me vio tirada en el sillón, con los ojos hinchados de tanto llorar, pero esta vez no lo iba a hacer, quería sentir que podía controlar mis sentimientos en frente de él, que sus palabras no hacían latir mi corazón mil veces sin siquiera agotarse.
Le marqué a Leonardo para saber que estaba haciendo.
_ Hola amor, ¿Dónde estás? – pregunté haciéndome la que no sabía nada, no sé cómo aguanté las ganas de lanzarme a llorar, pero lo estaba logrando, aunque pronto las lágrimas amenazaban con salir.
_ Voy a buscarte, Camila. Tenemos que hablar, dime por qué entrada me estarás esperando, te amo. – mencionó con una frialdad impresionante, ¿Será que siempre me hablaba de ese modo? Y yo, cómo tonta enamorada no me había dado cuenta.
¿Será que ahora me estaba empezando a dar cuenta de estos pequeños detalles?
Le mandé mi dirección por mensaje y a los cinco minutos, más o menos, pasó a recogerme, vi sus nudillos, estaban rojos, manchados, ¿Era sangre?
_ ¿Qué sucedió? – pregunté tratando de tomar su mano para revisar sus dedos, pero solo tomó mi mano y la colocó en mi pierna haciendo él lo mismo.
_ Tranquila, amor, ya lo comprenderás, solo lleguemos a casa, esto es complicado y requiere que sea muy detallado en cada aspecto y que prestes mucha atención a cada palabra que te diré. – mencionó, aún acariciaba mi pierna, mis ojos se llenaron de lágrimas, aun que no quería que me viera. Acerqué mi rostro a la ventana y miré las calles y las personas que caminaban por ellas.
_ Entiendo. – susurré, él afirmó mi pierna con fuerza, estaba nervioso. - ¿Cuándo me ibas a decir que tenías a Ana embarazada? – mencioné, no aguanté, tenía esas palabras atoradas en la garganta, traté, pero no pude, además, tampoco se defendió, su mirada solo dejaba ver el miedo que tenía a mis palabras.
_ Camila, tenemos que hablar sobre eso, te juro que nada es lo que parece. – mencionó. – Apostaría lo que fuera a que Ana fue quien te lo dijo. – agregó mientras acariciaba nuevamente mi pierna, pero la retiré de inmediato, me sentía usada, en parte, porque sus palabras me habían dado a entender que era verdad, y tampoco trató de justificarse.
_ ¿La amas? ¿Me tienes lastima? – pregunté.
_ Ni la una, ni la otra, Camila. Comprende, te amo más que a mi vida. – mencionó. – No quiero que un malentendido arruiné nuestra relación. – agregó.
_ Espero tú explicación. – mencioné sonriendo de mala gana y acurrucándome en el asiento para seguir mirando por la ventana.
El camino me parecía eterno, las ganas de llorar y el nudo en mi garganta cada vez era más grande y no sabía cómo detenerlo, como enfrentarlo sin que las lágrimas cayeran por mis mejillas, pero supongo que eso era lo peor.
El amor no era tan similar a cómo lo pintaban en las películas o en la literatura, hasta Shakespeare, en “Romeo y Julieta”, hace parecer el amor más fácil, tal vez porque no hay una infidelidad. El amor dolía, sobretodo si se amaba con el corazón, porque era exactamente esa parte de mi cuerpo la que parecía ser apuñalada una y otra vez.
Cuando por fin llegamos me senté en el sofá, Leonardo fue en busca de unas copas con agua.
_ Primero te diré que aquella noche me emborraché, bebí demasiado. – mencionó haciendo una pausa. – Sé que no estuvo bien, pero no estábamos en el mejor momento de nuestra relación.
_ ¿Esa es la justificación que das para acreditar el hecho de que me fuiste infiel? – respondí, aunque cuando mencioné la palabra “infiel” algo dentro de mí parecía romperse nuevamente.
_ No, Camila. Déjame seguir. Supongo que llegó un momento en el que solo seguía bebiendo sin importar lo que fuera el contenido del vaso, entonces Esteban o Ana, no sé cual de los dos me dio algo para drogarme y dormirme, haciendo parecer que te había engañado, pero te juro que no recuerdo nada. – mencionó nuevamente, ¿Cómo creerle?
_ ¿Por qué no me lo habías dicho antes? – mencioné.
_ Porque recién me enteré de esto hoy, encaré a Esteban hasta que por fin confesó todo, por eso mis nudillos están rojos, lo golpeé, desquité mi ira con él, sabes que estoy arriesgando todo, Camila. Nunca pasaría por mi cabeza engañarte, aunque estuviéramos en un momento aún peor que hace algunos meses.
_ Ella está embarazada, Leonardo. – mencioné. - ¿Cómo puedo creer en tus palabras si ya me engañaste una vez? Mejor será que críes ese bebé junto a su madre. – agregué tratando de levantarme del sofá para salir de casa.
_ Ese hijo no es mío, Camila. No te engañé, ellos tratan de separarnos por mandato de Ana y porque Esteban tiene interés en ti, por favor, créeme. Ese niño es hijo de Estaban, Camila. Yo nunca tuve intenciones de tocar a Ana, no tuve sexo con ella. – mencioné, he sido un imbécil muchas veces, tendrías toda la razón si decides terminar conmigo, pero no quiero que lo hagas.
_ Dame una razón para no irme, Leonardo. Por qué me enteré que hasta has ventilado nuestra vida sexual con tus amigos y eso no deja mucho que desear de nuestra relación. – mencioné tratando de sonar fría, pero la verdad me moría por un abrazo suyo, por sentir su aroma cerca de mi nariz, por sus caricias en mi piel, simplemente quería todo de él.
_ Sé que lo hice y por eso te pido perdón, un verdadero hombre no lo hace, me estaba convirtiendo en el mismo arrogante de antes, pero no dejaré que vuelva a pasar, Camila. Por favor. – dijo arrodillándose. – No quiero perderte, si quieres cada mañana cuando despiertes me arrodillo ante ti para pedirte perdón, hasta por fin conseguirlo. – mencionó, pero no pude más y me gané en el piso junto a él.
_ No puedo dejar que hagas esto, Leonardo. – dije besándolo desprevenidamente. – Quiero ser tuya, hazme el amor de la manera en la que solo tu sabes hacerlo. – mencioné.
Él me tomó en sus brazos y me subió hasta la habitación, amaba a Leonardo y de verdad me tranquilizaban sus palabras, por lo menos, por ahora, pero sin duda, Ana no se quedaría tranquila con ello.
_ Estoy creyendo en tus palabras, Leonardo, pero no serán suficientes. – mencioné entre sus labios, quería sentir cómo devoraba mi cuerpo de distintas maneras.