Capítulo 26
1571palabras
2022-08-22 20:40
Camila Sáez
Hace semanas, junto a Leonardo hemos tenido distintas opiniones, hoy, en cambio, saldremos completamente de las dudas, no he usado ningún método anticonceptivo, y, aunque las relaciones sexuales que mantenemos no son tan constantes como antes, debido a las clases y demás, pero igualmente no he sufrido algún atraso o susto, nada.
Iríamos al ginecólogo, obviamente tenía miedo, temía que me dijeran que no podía volver a quedar embarazada, hace algunos días me hice los estudios, hoy estaban los exámenes, me sentía tensa, preocupada y asustada. Sé la ilusión que le provoca a Leonardo ser padre, y no quisiera acabar con aquella chispa que ilumina sus ojos.

_ Todo saldrá bien, Camila. No te preocupes. – comentó sonriendo y besando mi frente. – Pronto podremos ser padres y aunque tuviéramos que esperar años por serlo, lo esperaremos. – agregó.
_ Lo sé, Leonardo, pero no dejo de tener miedo, después de todo, puede que no vuelva a quedar embarazada. – mencioné sonriendo de mala gana.
_ Eso no nos impediría adoptar. – mencionó besando mi frente. Sé que lo dice para hacerme sentir mejor, también sé que un hijo adoptado no es exactamente igual que uno que crezca en el vientre, pero también se puede amar y sacar adelante.
Tomó mi mano y entramos a la clínica, los minutos en los que esperamos la llamada del ginecólogo me parecieron eternos. Me atrevo a decir que, incluso fueron más eternos que la vez que vine a hacerme la ecografía… y es qué, tal vez, de esta respuesta, dependería el bienestar de nuestra relación.
Una vez dentro del consultorio, el ginecólogo sacó los exámenes de la carpeta y se los quedó viendo, luego alzó la mirada por encima del papel, todo mi cuerpo parecía desvanecerse, sin embargo, no quería demostrarlo.
_ Puede decirnos de una vez que es lo que pasa, doctor. – mencioné un poco alterada, tenía una ansiedad horrible.

_ Estos exámenes están perfectos, señora, no tiene ninguna necesidad de usar u optar a algún tratamiento para quedar embarazada, lo mismo con su pareja, ambos están a su cien porciento de capacidad para convertirse en padres. – mencionó. – Tal vez se encuentra demasiado tensa o ansiosa y eso, a veces, les juega una mala pasada.
_ Tal vez tenga razón, trataremos de mantener los nervios al mínimo, ahora que sabemos que todo está bien con nosotros todo irá mejor, gracias doctor. – mencionó Leonardo mientras tomaba mi mano y la besaba. Me encantaban aquellos gestos tan inesperados que hacía, me hacía sentir especial, aunque, a veces, sentía cómo si me ocultara algo, quería creer que no, pero uno siente aquellas cosas, según yo.
No quise decir nada, absolutamente nada, estaba feliz, por lo que me habían dicho, pero sentía una sensación extraña.
Los días pasaron y con eso los exámenes de la universidad, había logrado eximirme de algunos, pero, lamentablemente, no de todos. Lo mismo con Leonardo, pero él, a diferencia de mí, él salía este año, mientras que, a mí, me quedaban cinco.

_ ¿Qué haces Leonardo? – mencioné cuando sentí sus manos acariciando mis piernas y subiendo lentamente, provocando que en mi zona intima comenzara un calor que solo crecía y que era imposible de controlar.
_ Solo acaricio tu hermoso cuerpo, Camila. – mencionó sonriendo y besando mi frente. – Podemos empezar ahora a buscar a ese bebé que tanto deseamos, hermosa. – agregó guiñándome el ojo, no podía con aquella expresión, sabía que aquel calor solo aumentaría, pero no quería hacerlo aquí, no ahora.
_ Aquí no, Leonardo. No quiero repetir la misma historia. – mencioné tratando de que sonara lo más sutil que pudiera escucharse, pero no tenía idea de si se molestaría o no.
_ No te preocupes, Camila. Entiendo lo que sientes, no haremos nada que no quieras, deseo que te sientas cómoda. – mencionó. Me encantaba cómo Leonardo entendía esto que estaba viviendo, y es que, antes de nuestra perdida, se comportaba exactamente igual.
_ Gracias. – susurré acariciando su mejilla. Él tomó mi mano y la besó, provocando escalofríos en mi piel, y es que, mi cuerpo estaba tan acostumbrado a él, que reaccionaba con aquellos simples gestos, luego sentí cómo mis mejillas enrojecían. – ¿Por qué lo haces? – pregunté. Él sonrió y salimos del estacionamiento de la clínica.
El camino se hizo un poco largo y engorroso, pues teníamos que pasar a comprar al super y, Leonardo había mencionado algo acerca de una fiesta en su trabajo y quería que yo asistiera con él, el asunto es que yo no tenía ningún vestido que ponerme y la ceremonia era de gala, es decir, estaba maniatada y tenía que pasar a comprar algo.
_ Te verás hermosa con cualquier vestido, amor. – mencionó Leonardo cuando me vio salir, al menos, cinco veces. Miraba con una paciencia todos los vestidos que traía la vendedora y aún más atento cuando salía con ellos, aunque aún no lograba ver en sus ojos el “impacto”, que quería lograr en sus ojos.
Me probé uno color gris que no me convencía para nada por la cantidad de brillo que tenía, pero Leonardo me convenció de probármelo solo para descartar después de habérmelo puesto. Apenas me miré en el espejo salí enseguida, quería ver si este era el correcto, creía que sí, ninguno había provocado esta sensación en mí.
_ Te ves hermosa, sin duda eres la mujer más hermosa del mundo. – mencionó levantándose de su asiento, sonriendo y acercándose a mí, depositó un beso en mi frente y luego besó mis labios. – Soy un hombre afortunado por tenerte en mi vida. – mencionó sonriendo.
_ Te amo. – susurré volviendo a besar sus labios. Y es qué me había vuelto adicta a ellos.
_ También te amo. – mencionó sonriendo. Pagó el vestido y ambos salimos directo al supermercado, qué, como siempre, dejábamos al final porque nos quedaba camino a casa.
Cuando por fin llegamos, entré a bañarme, me sentía un poco cansada, pero no quería defraudar a Leonardo, aunque lo más desafiante es que mañana a mí me tocaba clases, mientras que a Leo, le tocaba ir más tarde a la empresa.
_ Te veías hermosa con aquel vestido, pero aún más hermosa desnuda, dejándome admirar tu hermoso cuerpo. – mencionó sonriendo y acariciando mi espalda, provocando, cómo siempre, escalofríos en mi piel.
_ Leo… - susurré dejándome llevar por lo que mi piel sentía, ni siquiera lo miré, pero se ganó a mis espaldas, pronto sentí su cuerpo, también se encontraba desnudo, rozando su piel con la mía, sintiendo su erección ya notoria.
_ Eres completamente mía, Camila. – susurró cerca de mi oreja, sabía que esa acción lograba calentar mi cuerpo a una velocidad inexplicable. – Quiero hacerte el amor. – mencionó tocando y separando mis piernas para entrar en mí desde atrás.
Gemí, no pude evitarlo, entró en mí de una manera completamente desprevenida, no sé si me encontraba lista para ser penetrada, pero ese dolor placentero me encantó, quería que siguiera, con aquella misma intensidad con la que había iniciado, no deseaba que fuera lento y pausado, deseaba que fuera rápido y avasallante.
_ Te amo, Leonardo. – mencioné, movía mi cuerpo contra el suyo para lograr la penetración que deseaba.
Salimos ambos del baño completamente rendidos, pero teníamos que cumplir con el compromiso de Leonardo, así que tomamos un pequeño descanso juntos, abrazados, en la cama, luego nos vestimos y arreglamos, él besó mi cuello y luego mi frente, ¿Cómo podía hacer aquellas cosas y seguir sorprendiéndome de aquella manera?
Cuando llegamos al trabajo de Leonardo, lo primero en lo que me fijé, fue en aquella mujer, Ana, creo que se llamaba, no comprendía que estaba haciendo aquí. Leonardo tomó fuerte mi mano y me miró.
_ No te alejes de mí, no quiero que esa mujer vuelva a hacerte sentir mal, estamos juntos, nos amamos, y somos felices, eso es lo que importa. ¿Entendido? – mencionó mirándome fijamente y sonriendo de una manera tímida.
_ Lo sé, Leonardo. No te preocupes, me quedaré contigo. – mencioné sonriendo y besando su frente, él sonrió y luego acercó su boca a mi oreja.
_ Yo soy el que besa tu frente. – sentí su respiración y su sonrisa cerca de mi oreja. – Te amo. – mencionó nuevamente.
_ Tal vez, también, quería hacerlo una vez y ver que es lo que tú sentías. – mencioné sonriendo y dando vuelta mi cara para que nuestros labios se unieran, pude apreciar que Ana no nos quitaba la mirada de encima y que, al contrario, se enojaba y ponía una cara de odio cada vez que nos besábamos.
La noche transcurrió sin problemas y luego nos dirigimos a nuestra casa, mañana sería un nuevo día, tendríamos una nueva oportunidad para ser felices, y cómo ya una vez, lo lograríamos.
Me dirigí a la universidad, me había encontrado con Agustín, que, a diferencia de Leonardo, no había podido convalidar algunos ramos, por lo que tenía que seguir asistiendo a la institución, sabía que su hermana era la mentada Ana, pero no sabía que también me la toparía por aquí.
Supuestamente había venido por su hermano, pero, por alguna razón se reía de mí cada vez que me veía, no soportaba que siguiera haciéndolo y me dirigí hasta donde estaba y le pregunté directamente que es lo que se traía.