Capítulo 22
1629palabras
2022-08-20 19:54
Leonardo Álvarez
_ No sé que estés planeando, pero apenas el doctor me diga que Camila está bien me la llevaré y no nos volverás a ver, ni a mí, ni a ella, ni mucho menos a mi hijo o hija. – mencioné en contra de mi padre, me dolía decirle estas palabras, pero era la única forma de que Camila estuviera bien.
_ Leonardo, sería la peor decisión que tomarías. – mencionó él sonriendo de lado. – Estoy seguro de que algún día comprenderás el gran error que estás cometiendo. – agregó.

_ Seguro serás tú el arrepentido, padre. – mencioné sonriendo y salí de la habitación y luego fui a ver a mi querida mujer y madre de mi primer bebé, no sé por qué, pero ahora me veía hasta con dos o tres niños más.
Caminé y cuando iba llegando a la habitación me di cuenta de qué la madre de Camila iba saliendo, quién sabe qué conversaron entre ellas, pero me apresuré a entrar y me encontré a Camila llorando, nunca la había visto de esa manera, supongo que nunca me había dejado verla llorar.
_ ¿Qué dijo esa mujer? – pregunté enojado, dispuesto a darle cara a quien fuera.
_ Tranquilo amor, no es nada. – mencionó sonriendo, ¿Por qué mentía? Se notaba lo mucho que le habían dolido las palabras de aquella mujer. – Solo quiero que te quedes a mi lado y no te vayas. – agregó sonriendo.
_ Eso no tienes que pedirlo, Camila. Sabes que siempre me quedaré a tu lado, te amo. – susurré acostándome a su lado y pasando mi brazo por detrás de su cuello. – Te amo, Camila, eres lo que siempre quise, pero que nunca quise aceptar. – mencioné nuevamente.
Ella se quedó dormida en mis brazos, cosa que me encantaba demasiado, me hacía sentir demasiado especial, además de que me tranquilizaba a montones. Camila era una mujer única y no la iba a perder, es más, planeaba enamorarla cada día de mi vida.

La acomodé y luego la abracé, su cuerpo encajaba perfectamente con el mío, sonreí sintiéndome afortunado por la nueva vida en la que me estaba sumergiendo cada vez más y me encantaba.
Puse mi mano en su vientre y comencé a acariciarlo, no podía dejar de pensar en que dentro de unos meses no seríamos solo nosotros dos, si no que habría otro pequeño o pequeña que compartiría nuestros rasgos y nuestra vida, que nos daría vuelta el mundo, que sería difícil, pero de igual forma amaríamos a ese ser con toda nuestra vida.
_ Te amo con todo mi corazón, Camila. – mencioné sonriendo. Ella estaba dormida, sabía que no me escucharía, por lo menos, no conscientemente, aunque esperaba que su subconsciente sí lo hiciera.
Cerré los ojos, abrazándola con fuerza, acariciando su vientre, el lugar donde estaba creciendo nuestro retoño, fruto de nuestro amor, mi nariz estaba sumergida en sus cabellos, lentamente me quedé dormido, aun qué no la solté, en ningún momento, es más, mi intención era despertar y seguir teniéndola entre mis brazos.

Por la mañana me despertaron los ruidos de una discusión, busqué a Camila con los brazos, no quería abrir los ojos, pero no la encontré, entonces sí, aquellas palabras subidas de tono tenían que ver con ella, seguro estaba peleando con sus padres, no podía creer que estaba pasando esto, ella no puede pasar por estos malos ratos.
Me levanté lo más rápido que pude, llegué hasta la sala, la puerta estaba abierta, mientras qué las personas en la sala se quedaban culpando unas a las otras, mi madre culpaba a mi padre, y mi suegro culpaba a la madre de Camila.
_ ¿Dónde está Camila? ¡Es qué no entienden que no puede alterarse! Su embarazo a sido bastante complicado con las nauseas y la fiebre y vienen a hacerla pasar malos ratos. – mencioné enojado.
Salí en su búsqueda, pero no había rastros de ella, mis padres, Julieta y Andrés, los padres de Camila salieron tras de mí, seguro se encontraban arrepentidos, aun que seguía escuchando los reproches de mi padre y de su madre, no puedo creer que en un momento como este sigan insistiendo en lo mismo, digo… ¿No se nota el amor que nos tenemos?
En una esquina de la calle había una gran aglomeración de gente, tenía un mal presentimiento, corrí hasta aquel sitio.
_ Disculpe, señora. ¿Qué sucedió? – pregunté pensando que tal vez podría encontrar a Camila aquí.
_ Atropellaron a una persona, no se sabe quien es, porque no lleva su tarjeta de identidad. – mencionó, mis huesos se enfriaron y mis piernas flaquearon pensando en lo peor.
Pasé entre la gente, esperando que todo fuera una maldita pesadilla o que no fuera Camila, la persona a la que habían arrollado. Cuando pude pasar, sentí que estaba viendo la peor película de terror del mundo, ¿Por qué no pudiste quedarte en la habitación?
Camila estaba tirada en el suelo, inconsciente, con sangre en su cabeza por el golpe que azotó en el cemento, despierta por favor, solo despierta.
La tomé inmediatamente entre mis brazos, no puedo creer que sigan esperando, busqué al chofer del maldito auto.
_ ¡Cómo no pudiste fijarte! – le grité. - ¡Mira cómo se encuentra! – agregué nuevamente. _ ¡Está embarazada por el amor de Dios! – no podía parar de gritar. – Llévame a un maldito hospital. – agregué.
El hombre encendió el vehículo y subí con ella en la parte de atrás, acariciaba su rostro, su delicado rostro, sus labios, su nariz, sus pestañas, absolutamente me encantaba todo de ella.
_ ¿Por qué Camila? ¿Por qué me haces esto? – le pregunté una y otra vez. Cada vez su cuerpo se ponía más frío, provocando que miles de pensamientos pasaran por mi cabeza.
Llegamos al hospital, grité en toda urgencia que por favor asistieran a mi mujer.
_ Ella está embarazada. – mencioné casi llorando. – Ayúdenla, por favor. – agregué. Quise pasar con ella, pero los doctores no me autorizaron, me dijeron que todo estaría bien y que esperara, ¿Cómo podía esperar? ¿Cómo todo estaría bien?
Mis padres y los de Camila llegaron al hospital, le comenté la dirección a Andrés cuando venía para acá, él fue el primero en dar conmigo y llamó al resto, supongo que ahora todos estaban arrepentidos, pero no quería verlos, ni siquiera quería hablar con ellos.
_ ¿Cómo está mi hija? – preguntó la madre de Camila, qué mujer más hipócrita, pensé.
_ Ella está adentro, grave, pero los doctores no me dejaron entrar. Les diré de una vez, si algo le pasa a ella o a mi hijo, no nos volverán a ver nunca más. – mencioné enojado. – Esto es culpa de ustedes dos. – dije señalando a Julieta y a mi padre. – No han hecho más que empeñarse en separarnos, cuando saben el amor que nos tenemos. – agregué.
_ Tú no puedes separarnos de nuestra hija. – mencionó ella.
_ No comprendes que está aquí en el hospital, arriesgando su propia vida por tu culpa, y también la tuya. – agregué seriamente.
El médico salió, pero no traía información para nosotros, si no para una anciana, según escuché el nieto había caído en una sobredosis de alguna droga, en fin, me importaba una mierda lo que le pasaba, estaba cegado, necio, tratando de ver la luz y de pensar que Camila y mi bebé estarían bien
_ Disculpe, ¿Cuándo tendré noticias de mi mujer y mi hijo? – mencioné enojado, mientras tomaba al doctor. – Aquí estamos preocupados por ella.
_ Señor, entiendo, pero hacemos lo que podemos. – mencionó. – Su señora, aún se encuentra grave, la estabilizamos para realizarle algunos exámenes, apenas tengamos los resultados saldré a hablar con ustedes. – agregó.
_ ¿Puedo pasar a verla? – pregunté desesperado. No sabía que más podía hacer, quería verla, decirle que todo estaría bien, pero tampoco quería engañarla.
_ Será mejor que la deje descansar, después de todo, cómo lo dijo, está embarazada y necesita estar tranquila. – agregó el doctor, me senté en mi silla y seguí esperando, quería tener noticias, quería que las cosas pasaran lo más rápido posible. Sonreí, imaginé que todo esto era un maldito sueño, pero lamentablemente estaba equivocado.
Pasaron alrededor de dos horas cuando el hombre volvió a salir, me levanté inmediatamente de la silla, y me adelanté sobre mis padres y los propios de Camila.
_ ¿Dígame, que sucede? – pregunté ansioso y a la vez temeroso de la respuesta del doctor.
_ Ella despertó, pregunta por usted, es mejor que pase a tranquilizarla. – mencionó el doctor. – Ya mismo iré con los resultados de los exámenes para informarles de ellos. – agregó.
_ Lo que usted diga. – mencioné y comencé a seguir al doctor, cuando entré a la habitación, al ver a Camila en ese estado, con vendaje en la cabeza, me sentí miserable, no debí dejar que esto le pasara.
_ Leonardo. – susurró sonriendo y mirándome con anhelo. Me acerqué a ella y sonreí tímidamente, me senté a su lado.
_ ¿Cómo se siente la mujer más hermosa del mundo? – pregunté besando delicadamente sus labios.
El doctor entró, le comenzaron a caer las lágrimas, pensé que algo le había comenzado a doler, pero no sabía que hacer.
_ Leo… - susurró. – Perdón. – agregó dejando caer su rostro en mi hombro. – Perdí a nuestro bebé. – agregó sin dejarme ver su rostro. Miré al doctor quien asentía a la respuesta que me había dado Camila. Parecía que un balde de agua fría caía por mi cuerpo, no podía despertar de este trance, aunque debía hacerlo, por ella.
Debía demostrarme fuerte ante ella.