"¿Perdona? ¿Esa es tu pregunta que no sabes responder?"
"Dímelo...", empezó a decir ella, pero el otro colgó.
"¡Qué c*jones!" Intentó llamarlo de nuevo, pero no escuchó más que el tono de línea ocupada, mientras a otro guardaespaldas le empezó a sonar su propio móvil. El individuo le pasó la llamada a Lorenzo, diciendo que el su jefe.
'Te dije que me llamaras cuando hubiera una crisis, no cuando no sepas cómo lidiar con ella. Espero que no me vuelvas a importunar con tonterías como esta, ¡de hecho, más te vale no hacerlo otra vez!", le ladró a Lorenzo, para acto seguido colgarle abruptamente.
Por más que ella insistió de nuevo en llamarla, él insistió más a la hora de ignorarla.
'No sé qué demonios estoy haciendo... ¿Cómo puedo ser tan ridícula, tan imbécil...? Aceptó casarse conmigo porque le dije que tengo novio, pero ahora me creo con el derecho de inmiscuirme en lo que le dé la gana hacer con su novia en su intimidad...'
Se puso de nuevo a jugar con los demás sin volver a revisar el teléfono más durante el resto de la noche. Alrededor de las nueve de la mañana, le llegó una llamada de Rodrigo, pero ella estaba aplatanada y medio dormida. Damien había pedido pizza y cerveza para comer mientras jugaban, y se quedaron despiertos toda la noche. Ella fue la excepción, de hecho, la única que se fue a la cama a las tres de la madrugada.
'Ahora es cuando me llama, y encima cinco veces seguidas... Pues ahora que espere.', dictaminó en su mente, para a continuación levantarse de la cama e ir a darse un agua.
"¡Oye, Raelynn! ¿Qué c*ño le pasa al dichoso marido ese tuyo de pacotilla? ¿Por qué me llama a mí, ahora?", refunfuñó adormecido Damien mientras ella salía de la ducha.
"Ignóralo. ¿Qué vamos a hacer hoy? Me muero de hambre.", propuso la muchacha, pero le respondió el silencio.
Sopeso la tentadora idea de propinarle una buena coz en el pandero y tirarle de la cama, pero se acabó conteniendo. Probablemente se despertaría para la hora de almorzar, así que decidió ir a tomar algo por su cuenta.
Un brusco porrazo en la puerta la sobresaltó justo cuando se estaba aplicando el rímel, de tal manera que dejo caer el pincel al fregadero.
"¡J*der...!"
Abrió la puerta, sabiendo perfectamente quién era de antemano.
"¿Por qué h*stias no coges el teléfono? Te he estado llamando una hora.", le espetó Rodrigo, de un evidente funesto humor.
"Pues por la misma razón que tú no me lo cogía anoche."
"La diferencia es que yo no te he estado llamando para saber qué hacéis tú y tu novia en vuestra intimidad. Pero bueno, no he venido aquí para esto. Tu hermana está en el comedor de desayunos, preguntándome por ti."
"¿Y?"
"Pues que se supone que debes estar conmigo cuando ella esté cerca, Raelynn."
"¡Que le den a mi hermana! No pienso tener que fingir que para que ella esté contentita. No me vuelvas a molestar hasta que volvamos a tu casa y tengamos que hacernos los tortolitos delante de tu papá o tu abuela."
"¿Por qué siempre me lo pones todo tan difícil...? Mira, si no te vienes por las buenas, te llevo a rastras y punto."
"Tranquilo, que ya voy. Pero no porque me den miedo tus amenazas de machito frustrado, sino porque me muero de hambre y el tonto este está roque."
"Lo que tú digas, pero date prisa de una vez, que te estoy esperando."
Ella cerró la puerta con llave y le hizo esperar cosa de un cuarto de hora más, ignorando sus insistentes golpes en la puerta.
"No eres el único que está de mal humor, ¿sabes? Así que deja de darme órdenes de una puñetera vez.", le soltó ella una vez hubo terminado de vestirse para salir al pasillo.
Rodrigo la siguió de cerca, tratando de no mirarla. Se estaba acostumbrando a los colores brillantes que la muchacha solía vestir. Hoy tocó amarillo lima, el cual plagaba el vestido de lunares entallado y con vuelo que llevaba.
"¿Qué?", le frunció el ceño cuando vio sus labios curvados, observando su reflejo en el panel metálico del ascensor.
"¿De dónde has sacado esos zapatos?", le inquirió, con la vista fija en sus cuñas de cuero dorado, recubiertas de estampados flores por todos lados.
"Ya sé lo que vas a decir, y me resbala completamente que te rías de ellos, porque a mí me gustan."
"Que va, si son lindos. De hecho, hoy estás... bastante linda.", balbuceó, dejándose llevar, para luego recobrar la compostura en cuanto las puertas del ascensor se abrieron.
"Tampoco tienes que intentar adularme de forma tan cantosa, porque me privaré de decirle nada de lo nuestro a mi hermana, no te preocupes.", le expresó ella, para a continuación bajarse del ascensor y volver a ponerse delante del otro andando, como si se supiera aquel lugar como la palma de su mano.
De repente se detuvo, girándose abruptamente para preguntar: "¿Dónde está el dichoso buffet?"
Rodrigo, que no se esperaba ese parón tan repentino suyo, estuvo a punto de derribarla, pero acabó abrazo su rostro entre su pecho. Ella hizo lo posible por ignorar la increíble sensación de sentir su cuerpo arropado entre sus brazos e inhalar su habitual aroma a cítrico almizclado, para acto seguido dar un paso atrás y apartarse el pelo de la cara airadamente.
Las tripas le rugieron entonces de una manera tal, que no solo Rodrigo lo escuchó, sino cualquiera que se encontrara a una buena cantidad de metros a la redonda pudo hacerlo también. Agarrándola él ahora de la mano, la guio hacia el lugar.
La bronceada muchacha se paseó por el comedor como Pedro por su casa, indecisa. No sabía por qué decantarse primero, ya que todo tenía una pinta de rechupete. Al ver una cosa de chocolate cuya etiqueta rezaba 'donuts coreanos', se vio tentada incluso de empezar la casa por el tejado y pillarse un postre de entrante. Aparte, también había un par de tipos de cócteles, mimosas y bellinis, colocados en cada extremo de todas las mesas para que los comensales se sirvieran al gusto.
'No podría zamparme todo esto ni aunque me dieran las tres comiendo...", pensó emocionada, pero el estómago se le revolvió al ver a Rodrigo sentándose junto a Amelia, en la misma mesa que sus amigos y su hermana.
Había un asiento vacío para ella junto a él, pero ya podía ver desde la barra de crepes en que se encontraba que Amelia le estaba acariciando la mano disimuladamente. Con el apetito ya bastante mitigado, se tiró un buen rato más deambulando por los stands de comida, sin ningún ánimo de sentarse a la mesa.
Rodrigo se acabó levantando para acercarse a ella.
"Raelynn, ¿qué...?", empezó a decir con tono acusatorio, pero ella inmediatamente agarró una de las mimosas y se la echó por toda la entrepierna, fingiendo que había sido un descuido.
"¡Ups!", soltó, y sin esperarse a que él reaccionara de manera alguna, se apresuró a robarle su asiento para separarle así de Amelia.