Luego de terminarme dos de los sándwiches de queso a la parrilla, le digo a Gonzalo que estoy satisfecha. Él me mira como si no me creyera, pero le recuerdo que no soy un hombre lobo Alfa, y que, por tanto, no necesito comerme los cuatro. Así, él me ayuda a acabarse el resto.
Me cuenta lo que le ha escrito por mensaje de texto a mi mamá para que no se preocupe por mí. Aparentemente, ella quería que volviera a casa, pero «yo» insistí en que iba a terminar un proyecto de psicología con Cirino.
Hoy es lunes, así que técnicamente perdí solo un día de clases, lo cual me impresiona mucho. Además, falté a mi turno en Vegas, por lo que tendré que ir a disculparme, inventando una excusa o fingiendo que estaba muy enferma. En realidad, eso no es completamente mentira, pero no puedo contarles toda la verdad.
En este momento, estoy con Gonzalo, recostada en el sofá, viendo un capítulo de «Friends». Me río a carcajadas cuando Ross encuentra su suéter rojo en el departamento de Monica, y Joey se queda boquiabierto al enterarse de lo que Ross y Rachel ya sabían. Por otra parte, no ignoro el hecho de que Gonzalo me pone más atención a mí que al programa de televisión.
El tema musical comienza a sonar señalando el siguiente episodio, así que me separo de Gonzalo y me pongo de pie. Parece molesto cuando me aparto de su lado, pero yo solo sonrío y le hago un gesto con el dedo para que se ponga de pie. Él levanta una ceja al verme dando una vuelta.
“Nadie te dijo que la vida fuera así…”. *Clap, clap, clap*.
Canto la canción y aplaudo, pues sé que nadie más que Gonzalo y yo estamos en casa. Él inclina la cabeza hacia atrás y se ríe, y yo continúo cantando el tema principal de la serie. Seguro parezco una tonta, al dar vueltas, saltar, y levantar las piernas, o quizá parezco una loca. Sin embargo, tengo mucha energía, y lo único que quiero es bailar con el tema musical de «Friends».
Cuando suena la letra de «Ahí estaré para ti», Gonzalo se pone frente a mí con rapidez. No es justo que use su velocidad de hombre lobo viendo que yo soy tan lenta. Entonces me toma de la mano, me da una vuelta y me deja caer en uno de sus brazos dramáticamente. Me río, al tiempo que mi cabeza cuelga boca abajo solo por un segundo y luego sube de nuevo. Así, continuamos saltando, cantando y bailando hasta que finaliza la canción. Aunque termino quedándome sin aliento, Gonzalo se ve absolutamente bien, otra diferencia bastante molesta entre hombres lobo y humanos.
El programa comienza a reproducirse de nuevo, pero ahora que estoy enfocada en Gonzalo, no es más que un ruido de fondo. Nuestras risas se desvanecen, y una vez más, me doy cuenta de lo atractivo que es. Su cabello oscuro está peinado de esa manera perfectamente desordenada, y jamás entenderé como hasta un pantalón deportivo lo hace verse tan bien. Su camisa está ajustada a sus brazos y pecho, mostrando sus marcados músculos. Lo que más me gusta de él son sus ojos azul grisáceo, mi color favorito. Ahora por fin entiendo el significado de «los ojos son las ventanas del alma», ya que puedo ver todas sus emociones en ellos. Veo amor, vulnerabilidad, felicidad, y estoy segura de que mi mirada refleja lo mismo.
Me olvido de todo, menos de él, y cierro los ojos. Luego me inclino hacia Gonzalo, y él se agacha para borrar el resto de espacio que había entre nosotros. Besándonos, sus labios son suaves sobre los míos. Es un beso lento donde expresamos los profundos sentimientos que tenemos el uno por el otro. Llevando sus manos a mi cintura, me abraza como siempre lo hace. Me siento segura estando en sus brazos, y no quiero que esto se acabe nunca.
El beso se intensifica cuando su lengua entra en mi boca y sus manos bajan a mi trasero. Desde que me tocó allí, parece ya no tener miedo de tocarme más íntimamente. Es como si al hacerlo una vez, hubiese abierto las puertas que le dan libertad de hacerlo. Esto es algo nuevo que disfruto.
Sus manos aprietan mi trasero hasta que un carraspeo nos interrumpe. Retrocedo rápida e instantáneamente y al darme la vuelta veo que Cirino nos sonríe, como si fuéramos dos niños a quienes descubren haciendo algo que no deberían. Llevo mi mano a mi pecho para recuperar el aliento que perdí por el beso y por asustarme ante la aparición repentina de Cirino.
“¡Dios! ¡No puedes asustarme así, Cirino!”, lo regaño, pero sonrío porque estoy feliz de que esté aquí. La última vez que lo vi, me echó un balde de agua fría en la cara. Aunque sé que solo lo hizo para despertarme de mi sueño plagado de pesadillas, aún quiero darle un buen puñetazo. Esa agua estaba muy fría…
“Por mucho que me encantaría verlos teniendo s*xo, vine a decirte que ya tengo tu tarea de psicología”. Cirino sabe cómo ponerme roja como tomate con una sola frase. Para ser mi mejor amigo, es malísimo.
“No es… estábamos… Solo estábamos…”.
“Ajá”, dice, y luego se quita la mochila y la abre para sacar su computadora portátil, donde anotó los apuntes de la clase. “¿Quieres terminar lo que sea que estaban o no a punto de hacer, o quieres las notas?”.
“Las notas”, declaro, avergonzada de que me haya descubierto besándome con Gonzalo, y de que insinúe que las cosas iban a ir más lejos cuando llegó… ¿O en verdad estábamos a punto de dar ese paso?
Gonzalo hace notar su presencia, presionándose a mi espalda posesivamente, y abrazándome mientras pone sus manos sobre mi vientre. Trato de ignorar las mariposas que me provoca, y él comienza a acariciar mi cuello con su rostro y a darme besitos por todas partes.
“Gonz…”, murmuro, esperando que se detenga, pero deseando que continúe. Sé que esto suena confuso, pero, ¡imagínense cómo me siento! No estoy acostumbrada a las demostraciones de afecto, pero de verdad anhelo besar a Gonzalo un poco más. Sin embargo, la escuela es lo primero. Necesito que Cirino me pase sus apuntes y que me explique cualquier cosa que no entienda. Gonzalo gruñe de frustración y mira a mi amigo.
“Te estás volviendo un verdadero fastidio”.
“Ese es mi trabajo”, responde él sonriendo, al tiempo que toma mi mano y me dirige hacia la mesa de la cocina para ir a trabajar. Al llegar, abre su computadora en las notas que tomó hoy, y yo me siento a su lado, al tiempo que Gonzalo se coloca junto a mí, con una mano sobre mi muslo. Me gustaría mucho saber qué está haciendo aquí. Claro que me fascina estar cerca de él, pero si voy a estudiar con Cirino, ¿no puede él ir a hacer otra cosa? Antes de que pueda preguntar, mi amigo se me adelanta.
“¿Qué d*monios sigues haciendo aquí? Alpidio te ha relevado durante dos días y medio. ¡Ve a hacer tu trabajo Alfa!”, se burla Cirino de Gonzalo, aunque no estoy segura de por qué cree que este último se lo tomará bien.
Gonzalo se acerca a Cirino lentamente, apretando la mandíbula e intentando controlarse. Entre más lo mira, más sus ojos se oscurecen. “Cuida el tono que usas al hablar con tu Alfa”.