Capítulo 34
1327palabras
2023-07-27 16:30
Gonzalo aparta una mano de mi cintura para tomarme de la mejilla. Estamos tan cerca que una vez que nuestras miradas se encuentran, noto de forma nítida el azul grisáceo de sus ojos, es como si sus pupilas tuvieran vida propia. "Es por el vínculo de pareja. Estamos unidos por el destino, y nuestros cuerpos lo saben, siempre nos vamos a sentir atraídos el uno por el otro. Bueno, a mí eso no me molesta para nada", Gonzalo explica y me dedica una sonrisa pícara al final.
Me muerdo el labio y me quedo perpleja. "Entonces, dado que somos almas gemelas, ¿eso significa que nosotros…? Q-quiero decir… que t-tú…", tartamudeo por unos segundos adicionales en los que Gonzalo me mira de forma divertida debido a mi timidez.
"Solo di lo que piensas", a pesar de que me sonríe de manera alentadora, todavía me siento insegura. Después de todo lo que he aprendido sobre almas gemelas, lazos de pareja, licántropos y vampiros, mi pregunta le puede parecer estúpida o irrelevante. Tal vez mi inquietud sea demasiado humana para él.

"Es que… Bueno, ahora que sé que somos almas gemelas, no estoy segura de si… de si somos… Em…".
"¡Ah, dem*nios! ¡Dilo de una buena vez, Triana!", Gonzalo se ríe y me sacude con sutileza.
"¿Eres mi novio?", tan pronto como se me escapa la pregunta de los labios, contengo la respiración y analizo su reacción. Luce un poco sorprendido, y al ver que no dice nada, agrego de inmediato: "Es solo que… La otra vez, alguien me preguntó qué somos y le dije que nada, ya que no quería hacerme ilusiones respecto a nuestra relación. Además, nunca lo habíamos conversado…".
Gonzalo emite un gruñido profundo que resuena en la habitación y afianza el agarre a mis caderas de una manera tan intensa que empieza a dolerme. Jadeo por la incomodidad, lo miro y me percato de que sus ojos están demasiado dilatados. Como nunca había estado tan cerca de él como para notar los cambios en sus pupilas, no puedo evitar sentir un poco de miedo ahora. Si bien acepto que es un licántropo alfa, no quiere decir que no me preocupe su fuerza y velocidad descomunal.
Al momento de liberar otro gemido debido al dolor de mis costados, los ojos de Gonzalo vuelven a la normalidad. Se queda estupefacto al percatarse de que me está agarrando la cintura con fuerza y enseguida me suelta, provocando que caiga en el colchón. En cuestión de segundos, Gonzalo se encuentra al otro extremo de la habitación, caminando de un lado a otro mientras se jala su cabello sin parar.
"¡Mi*rda!", gruñe y procede a perforar un agujero en la pared con ira. Lo observo con cautela a la vez que retrocedo hasta chocar contra la cabecera de la cama. De pronto, se voltea hacia mí y se me acerca poco a poco. Esta vez, no me muevo de mi posición.

"Lo siento, Triana. Cuando me enojo… mis instintos de animal salen a la luz. Sé lo frágil que eres, ¡lamento mucho haberte lastimado!", Gonzalo se disculpa y se restriega la cara con su mano ilesa.
"No pasa nada", replico despacio, observando cada una de sus acciones de forma atenta. Entiendo la diferencia entre nuestras fuerzas y que debe procurar ser más cuidadoso con su poder. Si bien sé que no fue su intención lastimarme, no comprendo por qué le enojó tanto mi pregunta.
"Lamento haberte enojado, te prometo que no volveré a sacar el tema de ser novios…".
"No", se queja, y la autoridad en su voz me afecta. Se dirige hacia mí y me vuelve a agarrar de la cintura; en esta ocasión, es muchísimo más gentil que la última vez. Reajusta nuestras posiciones, de modo que ahora ambos estemos acostados en la cama, con mi cuerpo recargándose ligeramente sobre el suyo. Me abraza y me olfatea de nuevo, a lo que yo me sorprendo por la facilidad con la que me levanta y me mueve a su antojo. Su fuerza es increíble… e irresistiblemente atractiva a la vez.

"Escúchame con mucha atención, Triana. Si alguien vuelve a hacerte esa pregunta, dile que soy tu novio. ¿Entendido?".
Aunque no esperaba que Gonzalo dijera esas palabras, me alegra que lo haya hecho. Me resulta imposible ocultar la amplia sonrisa que se dibuja en mi rostro. ¡Waaa, Gonzalo es mi novio! Con la sola idea de pensar que somos pareja, siento mariposas en el estómago. Sé que estamos destinados a estar juntos por ser almas gemelas, sin embargo, oficializar nuestra relación me hace tan feliz que no puedo describirlo. Quizá parezca algo insignificante, pero para mí es muy importante.
"Odio la palabra novio", espeta lo último con repudio, a lo que yo lo contemplo con el entrecejo fruncido.
"¿Qué tiene de malo?", inquiero con inocencia, aunque su respuesta es todo menos inocente. De un momento a otro, se coloca encima de mí, me inmoviliza las muñecas y alza mis brazos por encima de mi cabeza. Pese a que no deja caer todo su peso sobre mí, nuestra cercanía hace que desee que su piel toque la mía. Estando sin camisa, logro admirar sus pectorales y abdominales con claridad y, vaya, ¡no quiero apartar la mirada nunca! Todo tipo de pensamientos locos cruzan por mi mente, y la mayoría son cosas inapropiadas que jamás había imaginado en mi vida.
"Bueno, el problema es que…", Gonzalo comienza a explicar, luego me deposita ligeros besos desde mi clavícula hasta mi cuello. "Esa palabra no es suficiente para describir lo que en realidad somos", continúa en lo que me va propinando más besos hasta que se detiene en mi oído y me susurra: "Eres mi pareja, así que recuerda que soy mucho más que tu novio. Voy a ser tuyo por siempre", me muerde un poco el lóbulo de la oreja, provocando que se me escape un jadeo suave.
Dado que Gonzalo sigue sujetándome de las muñecas, me limito a retorcerme en aquella posición y tratar de soportar el calor que me recorre el cuerpo. Él sonríe antes de inclinarse a mí. Aunque sus labios quedan a centímetros de los míos, no me besa. En cambio, exige que le responda: "¿Entendido?", inquiere de forma juguetona.
Como estoy demasiado nerviosa, solo asiento en señal de afirmación. Sin embargo, esa respuesta parece no ser suficientemente buena para él. "Exprésate con palabras, mi cielo".
"Entendido, Gonzalo", pese a que pronuncio aquello como un quejido desesperado, luce complacido, ya que sonríe mientras me besa. Tengo la certeza de que se divierte con la manera en la que me encuentro a su merced. Estoy segura de que si me pide que salte de un acantilado ahora mismo, le haría caso, aunque espero que no me pida algo así…
Seguimos besándonos por un rato más, nuestros labios se encuentran luego de mucho tiempo estando separados. Bueno, en realidad no fue tanto, pero se sintió bastante largo. Además, es mi novio, ¡así que puedo besarlo si quiero! Justo en este instante, me percato de que necesito muchos descansos para poder respirar, lo cual resulta vergonzoso. No obstante, a Gonzalo no parece importarle, pues mientras yo me recompongo, él se dedica a besar otras partes de mi cuerpo, como el cuello, la mandíbula y las mejillas. Es como si no pudiera quitarme los labios de encima, ¡y no me molesta en lo más mínimo!
Va depositando besos ligeros en mi cuello, a lo que yo me muerdo el labio inferior con fuerza en un intento de reprimir los g*midos que amenazan por salir de mi boca, pero fallo miserablemente cuando me muerde la piel y luego lame la pequeña marca de mordedura que me deja. Para colmo, sus risas no hacen más que aumentar mi exc*tación.
Como nota que me estoy cansando, apaga la luz y toma las cobijas para cubrirnos a ambos. Cuando el reloj da las 4:45 A. M., empiezo a quedarme dormida, y más pesadillas me esperan para seguir atormentándome.