Capítulo 60
No podía escribirle a Darwin para encontrarnos en un lugar y pedirle que volviera nuestra amistad, prefería que nuestro encuentro fuese por casualidad, pero no encontraba la manera; Así que debía aprovechar cuando lo viera en la escuela.
Era el día de entrega de exámenes, recibí el mío con una buena calificación, no la excelente, pero si la buena. Lo visualizaba a cada momento mientras estábamos en clase analizando qué pensaría de mí. –‘‘¿De verdad está enamorado o solo era un motivo para calmar es el despecho por su mujer?’’. Todos mis compañeros salieron del salón y yo me acercaba despacito para saludarlo.
Varias páginas se le cayeron y me agaché a recogérselo.
-Gracias -me dijo cuándo me puse de pie y le coloqué los papeles sobre el escritorio. Produjo una sonrisa que se la devolví.
-De nada Darwin ¿Cómo has estado?
-M felicidades por tu buena nota -me dijo y yo se la agradecí.
-Gracias y gracias a los técnicas que en un inicio me enseñaste he logrado entender todo el pensum del año, se me hace fácil practicarlo.
-Tú pusiste de tu parte, eso es lo que importa, se ve que eres inteligente y cuando te dedicas a algo lo consigues.
-Sí, eso me he dado cuenta, en mi vida he tenido que esforzarme para conseguir mis logros y he visto buenos resultados de mis esfuerzos. Aunque mi próxima meta es graduarme de la preparatoria y entrar a la universidad.
-Y luego casarte y tener muchos hijos ¡Jajaja! El sueño de toda mujer ¿no es lo tuyo? -Me preguntó Darwin con simpatía.
-Así es, aunque aún soy adolescente, no me encuentro preparada para eso. De igual modo no debí tratarte así la vez pasada. Siento que te ofendí al no haberte perdonado. Y quiero aprovechar para decirte que perdono la forma en que me trataste, sé que lo que habías escuchado fue del profesor de deportes y él no conoce mi vida completa solo fueron rumores.
-Así lo vi también, tu amiga Valeria me aclaro varias cosas y siento que quizás cometiste errores en años pasados, pero ahorita imagino que comprendiste la situación y deseas más bien tener algo profesional en tu vida, pues.
-Acertaste, veo que me entiendes. Y ahora discúlpame tú a mí por haberlo exagerado. En aquel momento estaba molesta por mis tíos ellos siempre me sobreprotegen y no quieren que salga, solo les gusta forzarme a estudiar y eso a veces me presiona y me siento agobiada.
-Te entiendo Nathalia, yo sé que puede ser así. Creo que fui el que exageré diciendo que te ofrecía mis sentimientos, pero sé que a tu edad no buscas una relación estable –dijo Darwin.
-De igual modo me agradas mucho Darwin y pienso que si podemos ser amigos y muy amigos porque de verdad te quiero mucho y me gustas –Sonreí dibujando corazones sobre mis pupilas.
-Me alegra escuchar eso, siento que mis sentimientos son algo correspondidos.
Estábamos intercambiando sonrisas y era mi objetivo, volver a hacer las paces y no tuve que actuar, fue muy espontáneo mi interior quería a ese hombre.
-Sí yo pienso que podríamos conocernos mejor, descubrir qué tipo de afinidades sucede en nosotros para una relación más adelante –Opiné.
-Me parece bien qué tal si te pasó buscando más tarde hoy como a las cinco.
-Sí me gustaría ¿A dónde iremos?
-Ya lo verás, será una sorpresa.
Salí del salón con una sonrisa de oreja a oreja como si me hubiese reconciliado con una buena amistad. Llegué a mi casa con entusiasmo y contaba las horas hasta llegar a la tarde. Me arreglé lo más bonito que pude y esperé impaciente su llegada.
-¿Qué sucede contigo Nathalia? -Me pregunté a mi misma acordándome de que mis intenciones no eran salir con él, no era tener una relación con Darwin. Era de cubrir más sobre él y sobre su relación con la niña hasta llegar al punto de encontrar la manera de quitársela. Ya estaba 100% segura de que yo era la madre de su hija.
****
Unas carcajadas salieron de mi boca cuando Darwin frenó el auto para estacionarse.
-¡Jajaja un parque de atracciones¡ ¡¿Esa era la sorpresa? !
-Por supuesto, nos divertiremos ya lo verás –me dijo él mientras bajábamos.
-¿No crees que eso es para niños? –Pregunté extrañada.
-Hay atracciones para adultos ¿no habías venido?
En la realidad mi respuesta era negativa, en los últimos años mis padres me llevaban ahí cuando estaba pequeña, me montaba en las atracciones de niños y era fenomenal. Después de que fallecieron mis tíos poco me sacaban a pasear.
-Tenía años sin entrar aquí- contesté.
Tomó mi mano al entrar al portón principal, aun no se había ocultado el sol y había bastantes personas. La gente nos veía como si fuéramos una linda pareja y eso no me incomoda en realidad estaba saliendo con él.
Había kioscos de comida y vendedores ambulantes de dulces y recuerdos. Mi vista divisaba todo el lugar hasta que Darwin llamó mi atención.
-¿Sabes manejar?
-¿Qué? ¿Autos? No, no he aprendido –respondí a su pregunta.
-Si no sabes manejar puede llegar a chocar.
-Es que si no sé manejar no agarraría un carro .
-Pues esta vez vas a tener que agarrar un carro.
No entendí lo que acababa de decirme. Hasta que nos acercamos a una atracción.
-¡Los carritos chocones! –exclamé extrañada de que él escogiera ese lugar.
-Vamos, no creo que tengas miedo de que yo te gane en rapidez.
Darwin agarró un auto y yo me monté en otro. Me entretenía andar por la pista recordando mi infancia. Y Darwin no me dejaba avanzar, me chocaba a cada rato.
Él se divertía haciéndome enojar cuando me acorralaba. Hasta que di la vuelta y roce las ruedas por la pista hasta llegar al auto de él.
Le choqué de frente y luego nos hicimos cómplices para chocar a los otros autos.
Fue entretenido, lo que más me causó gracia es que al parecer Darwin eligió es atracción para reírse de mí cuando no sabía ni cómo mover el volante.
-Tus piernas largas ni siquiera cabían en el auto -Le dije a Darwin cuándo caminábamos.
-Y tú no sabías cuál era el freno y cuál era la chola –dijo él con una sonrisa.
-Son iguales las dos, deberían de dar una indicación- aconsejé.
-Pues no, los niños saben más que tú ¡ja,ja!
-No es cierto, los niños no saben manejar un auto –Fruncí el ceño.
-¡Y tú tampoco je,je!
-Bueno ya que eres experto, tú deberías enseñarme. Aunque no tengo Auto. Deberías regalarme uno ya que tienes dos –dije en forma de broma.
-Si te casas conmigo te prestaré uno de vez en cuando -dijo apretándome la mano derecha.
-¿Solo de vez en cuando? ¡AY que avaro! -Dije entre risas.
-Vamos a subirnos ahí -Darwin señaló a una gran atracción.
-¿La montaña rusa? No estoy segura, soy un poco nerviosa.
-Vamos, dijiste que querías un parque para adultos. ¿Te da miedo? -Preguntó.
-No, miedo no -Decidí arriesgarme y subirme con él a ese lugar. No quería pensar que me viera como una cobarde.
El pequeño carro empezó a andar por Los rieles montañosos y empezó a sentir mariposas en mi estómago, pero no era por amor mi centro emocional se estaba alterando. Reí a carcajadas, grité cuando bajó velozmente y subió de golpe. Darwin no gritaba él se reía y me miraba. Le apreté la mano, lo abracé. Hasta que gritó conmigo para acelerar más la diversión.
Duro poco el recorrido en esa montaña rusa. Al bajar los dos nos miramos la cara y reíamos a carcajadas de lo bien que la estábamos pasando.
Un hombre se nos acercó; el cargaba una cámara profesional guindando en su cuello, mostró una fotografía a Darwin, y mi acompañante sacó un billete para pagarle.
-¿Para ver? me incliné. Y observé la fotografía, era Darwin y yo abrazándonos muy arriba casi tocando el cielo atardecer, el ocaso apreciaba nuestra amistad dibujando un hermoso paisaje.
Me reí a carcajadas al verla, era tan graciosa la foto yo salía asustada y él estaba riendo.
Consérvala -Me dijo Darwin y yo la metí en la cartera.
-¿Quieres subir a otras atracciones? -Me preguntó-. ¿El barco? ¿La silla voladora? ¿La rueda?
-¡Ay no no no no! Suficiente, tengo el estómago revuelto -le dije.
-¿Quieres comer algo? Vamos a tomar unos refrescos.
Pedí un shawarma para mí y él escogió lo mismo para cenar.
Me gustaba la comida árabe, ya que es un poco inusual comerla al menos que saliera con alguien –dije sonriendo, normalmente cuando pedía delibere mi menú solo era piza o pollo.
-Bueno, puedes salir conmigo cundo quieras y yo sin duda te lo brindaré –achinó los ojos de la simpatía.
-Aquí hay varias atracciones para niños pequeños ¿por qué no trajiste a tu hija? –Pregunté con curiosidad.
-La mayoría de las atracciones son para niños de tres años, ella se duerme muy temprano como lo has visto, además yo preferí pasar el tiempo a solas contigo.
-‘‘¡Ay qué lindo!’’- dije mentalmente. Me sonrojé sin querer. Me agradaba que me hablara así, qué coqueteara conmigo. De igual forma esperaba que llevara a su hija. Realmente quería que estuviese allí, quería verla, abrazarla decirle a mi hija que era su mamá, que me dijera mamá…
…Pero no era posible. El padre aún no lo sabía, tenía que ganármelo a él para ganar a la niña. Y debía acordarme de mi objetivo, no era salir con él, no era que nos enamoramos, era descubrir si él es el verdadero padre de la niña. ¿Y qué pasó con la mamá?