Capítulo 22
1377palabras
2023-04-12 06:10
-¿Qué es lo que tienes que decirme? Tengo prisa –pregunté con cara seria.
-¿Cómo te pareció la evaluación de hoy? ¿Pudiste resolver los ejercicios?
-Sí, estaban sencillos.

-Porque Valeria estudió por ti, ¿cierto?
-¿Y cuál es el problema? Era un taller en parejas –Me puse histérica por el comentario sarcástico del profesor.
-De igual modo no te acostumbres, la próxima evaluación será individual, así que espero que estudies.
Me enojaron sus palabras, ¿por qué razón tenía que menos preciarme de esa manera? Sigue creyendo que soy una mala estudiante. Aunque saque diez de diez en este taller no me va a felicitar, porque para él en nuestro grupo Valeria es la única que supo cómo resolver los ejercicios.
-Por eso usted me tiene que dar clases particulares –Le dije. Luego me vino la expectativa a la cabeza. De esta manera pudiera ir a su casa y ver a la niña, Pero ¿cómo hago para convencerlo? Aunque me sea difícil, debía lograrlo de algún modo.
-Te vuelvo a mencionar que aproveches a aprender en tu horario de clases. No perderé tiempo contigo en mis ratos libres.

-‘‘Que odioso’’ dije en mis pensamientos y antes de que las palabras salieran de mi boca él volvió a hablar.
-Anda, no tengo más nada que decirte –Con la barbilla señaló la puerta para que me retirara y termináramos la conversación.
-¿Me estás corriendo? Me di la espalda enfadada sin esperar una respuesta.
-Me hizo frenar el paso solo para decirme que estudiara. La misma cancioncita de siempre.

-Je,je,je Le gustas -Me dijo Valeria luego de sonreír.
-¿Cómo dices eso? Me trata mal, además, tiene mujer.
-Si te vive molestando, es eso, así actúan los hombres cuando le gusta alguien y no pueden estar con ella –opinó.
Estaba segura de que Valeria se equivocaba, no conocía nuestra historia, él me odiaba y buscar una excusa para hacerme sentir mal se debía a lo que pasó entre los dos antes de empezar las clases.
****
Me agarré una cola en el cabello al llegar a la pista de relevo, respiré profundamente analizando que a lo mejor esto sería bueno para mí, las actividades extra cátedras y al aire libre ayudan a equilibrar los estados emocionales.
-¡Hola Nathalia! ¿Cómo estás? ¿Entraste al equipo de atletismo?
-Hola, así es –le dije a… en ese momento no me acordaba de su nombre, estudió conmigo solo los primeros meses del año pasado.
-Me alegro mucho que estés aquí, y que ahora eres participativa.
-No pensé salir seleccionada por la sección, pero espero que esto sea divertido.
-Claro vale, además los pulmones te lo agradecerán.
-Y también mi cuerpo. Las corredoras profesionales tienen músculos espectaculares –dije observando mis piernas cubiertas por mi licra deportiva.
-Estoy muy contento de verte, cuando me enteré que te habías vuelto a inscribir me alegré, pero lástima que perdiste el año, me hubiese gustado estudiar contigo y también lamento lo que te pasó.
-¡Acabas de bajar mi estado de ánimo! ¿¡Por qué me recuerdas eso!? –Expresé con enojo y luego me encogí de hombros, me sorprendí a mí misma la forma en la que le hablé. Quizá solo quise decirlo en mis pensamientos. Me abrazó con alegría y yo le respondí con egocentrismo. De igual modo me di cuenta que probablemente la confianza que le tenía había vuelto a mí.
-Disculpa, no quise hacerte sentir mal, me imagino lo que sufriste y no quieres recordarlo. Cuando desees hablar tienes en mí un amigo –Me dijo Raúl y se alejó para acercarse al lugar donde el profesor iniciaría las indicaciones.
Era verdad, todo lo que pasé antes de salir del centro de rehabilitación lo había considerado como mi vida pasada. Por eso había insistido a mi tía que me cambiara de escuela, quería ocultar mi mala conducta en un cofre, sellarlo y lanzarlo al fondo del mar, pero ¿cómo iba a hacerlo? Si media escuela conocía mi problema. Iba a tener que vivir con ese mal recuerdo por toda la eternidad.
Salí de la práctica de atletismo cuando el sol aún no se había ocultado –Me provoca algo frío. Un helado estaría bien- pensé mientras caminaba hacia la salida de la escuela.
Un auto se estacionó cerca de la cera, imaginé que alguien en su interior me conocía. Miré hacia dentro cuando bajó el vidrio de la ventanilla. Coloqué una expresión de desagrado cuando vi el rostro del chofer. Era Darwin. –‘‘¿Y ahora que querrá? Y después dice que soy yo la que lo anda acosando’’- dije en mis pensamientos antes de escucharlo hablar.
-Veo que en realidad estás en el equipo de atletismo, corre bastante para que oxigenes tu cerebro y puedas estudiar bastante.
-Gracias por tus consejos –hablé de forma sarcástica, sabía que él me lo decía para bromear conmigo.
Quise agilizar el paso, pero Darwin se bajó del auto para acercarse a mí. Me sorprendió.
-Veo que en realidad te preocupas por tus estudios, te voy a ayudar- No entendí lo que me quiso decir hasta que me entregó un retazo de papel escrito a mano- El martes a las tres en mi casa, esta es la dirección y el número de teléfono.
-¿Para… para qué? –Intuía la respuesta de mi pregunta pero no lo podía creer.
-Dijiste que quería que te diera clases particulares, a pesar de que no acostumbro a hacer eso, voy a hacer esa excepción contigo.
Me quedé muda, lo vi subirse a su auto y arrancar.
-¿Azul? -Ese no era el modelo ni color de auto que yo conocía.
Saboreaba mi helado de fresa cuando aún no lo podía creer, -¿será que Valeria tiene razón y él lo hace porque le gusto?... -Borré inmediatamente el pizarrón donde escribí esa idea en mi cabeza. Probablemente lo hace para seguir burlándose de mí. Total, debo aprovechar ese momento para encontrar a mi hija.
****
Él me dio anotado su teléfono y dirección sin saber que lo tenía y hace días había llegado hasta ahí, era la segunda vez que tocaba ese timbre. Mientras esperaba a que me abrieran la puerta unos nervios entraron por mis piernas. ¿‘‘Y si aparece la mujer que me atendió en la ocasión pasada? Sería catastrófico. Descubrirá que lo he estado espiando’’.
Por suerte salió Darwin a recibirme, los músculos de sus piernas se le notaron al intente cuando apareció en short. No era mi intención detallarlo, instintivamente mis ojos recorrieron rápidamente su cuerpo.
-¿Cómo estás? Pasa.
-Hola, saludé con timidez –Si el plan no fuera recuperar a mi hija esto jamás lo hubiese hecho. Ver clases de matemáticas personales con el profesor, era una locura. Y haría más locura por obtener de nuevo lo más preciado para mí.
-Tienes una bonita casa. ¿Fue de tus abuelos? -Pregunté al mirar a mí alrededor.
-Es mía, la compré un poco sencilla hace tres años. Y le hice unas remodelaciones.
-‘‘Guao este hombre debe tener mucho dinero’’ -Ya lo había imaginado al ver los dos carros estacionados en el garaje.
-¿Y tu familia? -Pregunté al notar la casa silenciosa cuando llegamos a la sala. Tenía que dejar de indagar en él y empezar a localizar a la niña.
-Está de viaje con la mamá. Ven, sube, vamos arriba.
-‘‘¿Con la mamá?’’ –Me preguntaba extrañada mientras lo seguía- ¿Quién será la mamá sustituta? ¿La estará tratando bien? –Llena de envidia me surgían las interrogantes, pero solo despejaría mis dudas cuando la encontrara.
-A ver ¿qué es lo que no extiendes? -Me preguntó Darwin luego de sentarnos frente a una pequeña mesa cerca del balcón.
Trababa que los nervios no se me notaran cuando por estar pensando en los planes para recuperar a mi hija estaba en cero con las matemáticas. Tenía que fingir que en realidad quería aprender.
-Estos, ¿cómo puedo resolverlos?
-Ok, te explico, despeja la x…
Verdaderamente no entendía ni papa lo que tenía que hacer, pero si no aprendía, Darwin se daría cuenta de mi falta de atención. Debía de estar consiente en lo que me estaba diciendo.
-¿Puedo ir al baño? ¿Dónde queda? –Pregunté luego de una hora de practicar.
-Ay varios, aquí…
-Cuando iba entrando vi uno, iré a ese –Me levanté y bajé las escaleras, fue solo una excusa, debía aprovechar de conseguir una pista sobre mi hija en esa casa.