-¡Darwin! –Lo llamé por su nombre de pila, y volteó- Digo, profesor Darwin. ¿Es esto lo que buscaba? -Saqué la pequeña foto del bolsillo interior de mi bolso morado y se la mostré.
-Sí, esta es -Aseguró- La miró por pocos segundos. Sacó su billetera negra y la introdujo en ella para guardar la cartera nuevamente en el bolsillo trasero de su pantalón.
-No se la había entregado porque no estaba segura si era esa, pensé que era de una prima mía al encontrarla, sabe usted que los niños recién nacidos se parecen.
Él no me estaba prestando atención a mis palabras, se regresó al escritorio, abrió su maletín y sacó unas planillas. Anotó algo en una lista con un bolígrafo negro y una nota grade en una hoja de rayas.
-¡Nueve puntos! –Exclamé con asombro. Luego de recibir el examen de sus manos.
-No te puedo colocar el diez porque nadie lo obtuvo, muchos se equivocaron en pequeños errores –expresó mientras guardaba nuevamente sus cosas.
-Más bien me extraña que tenga una nota tan alta, una foto no era para tanto.
-Mi intención no era chantajearte como lo mencionaste. Solo cumplo mi promesa. No te acostumbres, para la próxima deberás estudiar.
Una instintiva sonrisa expresó mi rostro al ver la calificación, pero luego coloqué una cara seria al desprenderme de aquella evidencia que hubiera podido utilizar para recuperar a la pequeña. Luego reflexioné en pocos segundos. La foto no me llevaría hasta ella, pero si, el profesor. Asumí que aunque no quisiera debía convertirme en su amiga y averiguar si realmente es el padre de mi hija.
-Es muy linda tu hija. Me gustaría conocerla. Sabes, Valeria no sabía que eras padre… –le dije mientras lo acompañaba caminando por el pasillo.
-Guarda el secreto por favor. No me gusta que conozcan mi vida privada. No le cuentes a nadie lo que sabes de mí. Ni mucho menos la relación que tuve contigo. Ya me entregaste la foto. No necesito nada de ti.
-¿Aun me odias? Nos hemos ayudado, deberíamos hacer las paces.
-No me has servido de nada. Solo me entregaste lo que era mío. Tuve que regalarte la nota para que me dieras la fotografía y ¿quieres que te mire con buena cara?
-¿Con eso me estás diciendo que todavía me odias?
-Solo espero que no andes por ahí revelando mis cosas personales, y si dejas de cruzarte en mi camino mejor. Solo repasa los ejercicios que he explicado para la próxima evaluación –expresó con voz firme y se dio la vuelta para alejarse de mí.
-‘‘Ni siquiera presté atención a la clase de hoy’’ -dije entre mis pensamientos. Le entregué la foto como oferta de mi amistad y ¿me sigue tratando como una cualquiera?
Aunque Darwin me detestara, alejarme mucho de él no me iba a servir, aunque sería un poco difícil, seguir constantemente su rastro me llevarían conocer a su hija y descubrir si es la que yo parí.
-Nathalia –Una voz conocida pronunció mi nombre que me hizo voltear.
-Te andábamos buscando.
-No respondiste mis mensajes.
-¿Tan amigas creen que son y me dejan abandonada? Tuve que pagar un taxi hasta mi casa. Estaba cansada y deprimida –Les contesté con molestia.
-Disculpa, es que teníamos clase y te estabas tardando mucho –Dijo Margaret, la dueña del carro en donde me habían dado la cola.
-Quisimos acompañarte a la oficina, pero la enfermera impidió que te siguiéramos. Cuéntanos ¿qué te dijo? –Indagó Lola con curiosidad.
-Pues… -En realidad dudaba si sería buena idea involucrarlas en mi problema. Aunque a pesar de las cosas quizá podrían ser de alguna ayuda. Me aseguré de que podría comentarle de todo menos de… El posible padre de mi hija.
-¿Te dieron el registro de la muerte de la bebé? –Preguntó Margaret.
-No. Ella asegura que la niña estaba sana. Y que le dieron de alta el mismo día que a mí. ¡Esto me tiene confundida!
Me dirigí al cafetín en compañía de mis amigas de último año, sentí que mi popularidad volvía al recibir sus atenciones, hasta me brindaron el desayuno. Yo sabía que era por una razón, la curiosidad las mataba por saber más de mi misteriosa y complicada situación.
-Esa secretaria te mintió. Quizá no supieron atenderla y se les complicó. Borraron el registro para evitar una demanda y cremaron su pequeñito cuerpo.
-¡No me digas eso! –Las lágrimas se me salieron al escuchar las palabras de Laura. Los nervios entraron por mi sangre al pensar que las cosas pudieron haber ocurrido de esa manera.
-Exageras Laura. Respira profundo, toma un poco de refresco para que te calmes –Margaret me acercó la botella de quinientos mililitros con el contenido. Añadió- No vez que ya le habían dicho que estaba viva. Tiene esperanza.
-¿Si está viva dónde está? Tus tíos no la tienen ¿verdad? ¿La está criando otra persona?
-Es lo más probable Lola –Afirmé con la cabeza.
-Ellos son los culpables de todo. Prácticamente se la dejaste a su cargo. ¿Y te engañan de esa manera? –Expresó Margaret.
-Lo más seguro es que los engañaron a ellos. Parecen inocentes de lo que pasó.
-¿Y los sigues defendiendo Nathalia? Puede que los quieras como si fuesen tus padres. Pero debes enfrentarlos, que te digan dónde está la niña –dijo Lola con seriedad.
-Se lo preguntaste ¿cierto? ¿Les dijiste que fuiste al hospital y te aseguraron que la niña había estado sana y que no falleció allí? –Me interrogó Margaret.
-No, no les dije nada. Desde el mes pasado no les he mencionado nada sobre el tema.
-¿Y cómo vas a salir de esta situación apretada si les tienes miedo?
-Debes enfrentarnos Nathalia; que te ayuden a buscar a la bebé –Aconsejó Margaret.
-Quizá es eso lo que tengo. Miedo –Si ellos me internaron en el centro de rehabilitación pueden hacer lo que sea conmigo, si los acuso, pueden sentirse que les estoy faltando el respeto.
-¿Entonces te quedarás callada para ser una hija educada? –expresó Margaret en tono sarcástico.
-Los necesito para que me sigan dando dinero, hogar y comida. Si dejan de mantenerme no sé qué haré con mi vida. Por eso quiero terminar la escuela pronto. Para hacer mi vida y no tener nada que ver con ellos.
-¿Esperarás entonces a cumplir los dieciocho para empezar a buscar a la niña?
-No Lola, recuerdo el rostro de mi pequeña y si espero a que cumpla el año para buscarla ya será irreconocible. Ojalá hubiese alcanzado a hacerle la partida de nacimiento.
-Entonces ve al registro y ubica a todas las niñas registradas el último año. Puedes ir a sus casas y tratar de reconocer sus rostros hasta hallar a la tuya –Dijo Lola.
-¡Estás loca! Eso es mucho trabajo. Además, Las direcciones de habitaciones no están anotadas en sus partidas de nacimiento, y hoy en día las personas cambian constantemente de residencias. Elimina esa idea.
-¿Y cuál es tu consejo Margaret? –Le pregunté a ver qué opinaba. Yo ya tenía la manera de buscarla, a través del profesor Darwin, al menos empezar por ahí.
-La solución es enfrentar a tus tíos, ya es obvio que ellos no quisieron encargarse de ella y la dieron en adopción. Engañándote, diciéndote que había muerto para que siguieras con tu vida normal de adolescente –Dijo Margaret.
-Es muy acertado lo que dice Margaret. Pero es difícil que ellos confiesen. Y no tenemos prueba de eso –opinó Lola.
-Entiendo todo lo que dicen chicas. La intención que tengo es volver al hospital. Quizá hablando con otra doctora consiga más información.
-¿Qué más información que la que te dieron Nathalia? –Preguntó Lola.
-Hay una solución para eso. Tengo una prima que hace pasantías de enfermera en el hospital. Aquel día la saludé. Puedo hablar con ella para que escudriñe más sobre el misterio de tu hija perdida. Sabremos si en la oficina natal te dieron la información correcta o mintieron.
-Te lo agradezco. Sí por favor –Le dije con gran alegría. Ojalá si me consigan una respuesta válida. Porque esta indignación no me dejaba dormir bien por las noches.