Hannah soportó el dolor, sacudiendo la cabeza, sin dejar de mirar al presidente de Fliysau. Luego, dejó rápidamente la bandeja sobre un mueble y corrió al baño, sin preocuparse por nada más. En ese momento, sentía tan dormida la mano, que parecía no ser suya. El dolor que estaba sintiendo era tan intenso que se le había entumecido la extremidad, incluso por arriba de la muñeca.
Así que se metió en el baño para echarse agua sobre la quemada. Tan pronto como el frío líquido cayó sobre su piel escaldada, se le quitó el entumecimiento, pero en lugar de sentir alivio, su dolor aumentó. Su sufrimiento era de tal magnitud que sus ojos se anegaron de lágrimas. ¡Sentía que no podía soportar tanto dolor!
Decidió quitarse la gasa que cubría la herida que le habían hecho en la mañana, con el objetivo de revisar su piel. De repente, escuchó el sonido de la puerta del baño y sorprendida, se dio la vuelta en estado de shock. Al ver que era William, se quedó congelada en su lugar.
Él entró con cara de preocupación, pero frunció el ceño al descubrir que en los brillantes ojos claros de la chica escurrían abundantes lágrimas. De manera que se acercó y vio que donde se había descubierto tenía la piel perforada llena de sangre. Al darse cuenta de que permitía que el agua de la llave del lavabo mojara su lesión, él extendió la mano y agarró su muñeca para alejarla del chorro de agua y cerró el grifo. En seguida, gruñó con voz grave y profunda: "¿Estás tratando de infectar tu herida?".
Mientras miraba aturdida el encantador rostro de su jefe justo frente a ella, su tono de voz la hizo temblar, devolviéndola a la realidad.
"¡Perdón, no quería hacerlo!".
Dicho eso, ella agachó la cabeza, tratando de liberarse de la mano de su jefe, sollozando muy bajito. Él no se daba cuenta, pero la forma en que la estaba apretando hacía que ella sintiera un dolor todavía más intenso.
William la miró con sus insondables ojos negros mientras ella se retorcía y luego desvió la mirada hacia su mano izquierda. Desde que Willow la hirió, la cortada que le hizo con el cuchillo estaba abierta. Para colmo de males, una gran parte de su mano estaba escaldada debido a la sopa caliente que le cayó encima.
"¿Por qué sigues lastimándote? ¡Eres tan torpe como un topo!".
"¡No lo soy!", se defendió Hannah automáticamente, al escuchar que él la estaba regañando. Lo más sorprendente, fue que en ese momento ella tuvo la valentía de mirarlo de frente por primera vez, aunque al darse cuenta, en seguida, volvió a desviar la vista.
Inclinando la cabeza para buscar sus ojos, William vio que sus lágrimas caían incontenibles, a pesar de que ella trataba de contenerlas desesperadamente.
"¿Estás segura?", preguntó él frunciendo el ceño, luego dio un paso adelante, acercándose más a ella. "Entonces, ¿dime qué animalito eres? Porque solo alguien que no piensa se echaría agua sucia en esa herida tan fea".
Inconscientemente, ella dio un paso hacia atrás, apoyándose contra el borde del lavabo, tan pronto como él se le acercó.
Sin embargo, William parecía estar bromeando con ella, pues sabiendo que ya no tenía hacia dónde escapar, dio otro paso adelante y la empujó contra el lavabo. En esa posición, la miró fijamente con sus ojos profundos y oscuros, mientras un cúmulo de sutiles emociones los atravesaban, sin que él se percatara.
Mientras tanto, Hannah levantó la cabeza y lo miró fijamente. La energía varonil de William era tan fuerte que la envolvió por completo y su olor llenó sus fosas nasales. En un segundo, a ella le faltó el aire, por lo que pensó que se asfixiaría, sintiendo que su corazón comenzaba a latir aceleradamente.
En ese instante, ella lo observó, frunciendo el ceño con desesperación, y se rindió. Bajando la cabeza, como si fuera un globo desinflado, dijo con tono de frustración: "Sí, de hecho siempre he sido muy estúpida, ya que toda la gente me ha intimidado, desde que era un niña".
En realidad, ella no era nada tonta y sabía que tanto el accidente de la mañana, como los halagos deliberados de Annabel solo trataban de hacerla sentir avergonzada.
Pero ¿qué se suponía que debía hacer? ¿Acusar a su compañera de lastimarla intencionalmente frente a toda la gente?
Al mirarla en ese estado, William sintió un hormigueo en el corazón, al tiempo que lo invadía una profunda compasión por la chica.
"La próxima vez que alguien te intimide, no seas cobarde, ¡defiéndete!". En cuanto terminó de hablar, él la jaló por la muñeca y empezó a caminar, sin saber si la chica ya se había recuperado o si era capaz de seguirle el ritmo.
Como era de esperar, la tomó por sorpresa y Hannah se golpeó la frente contra su hombro.
Era verano y William solo vestía una camisa muy delgada, y su sobresaliente omóplato era tan duro como una roca. "¡Ay!", gritó ella con dolor, sintiéndose mareada al instante.
"¿Lo ves? Ya volviste a lastimarte, ¡y negaste tu torpeza!", exclamó William, bromeando. A pesar de todo, no había ni una pizca de ira en sus ojos.
Sin darse cuenta de que estaba jugando, a ella le molestó el comentario y lo miró con enojo mientras se presionaba la frente. De pronto estalló y, sin poder contenerse, empezó a mover violentamente la mano tratando de liberar su muñeca. "¡Sí, usted tiene razón! Soy tan torpe como un topo. Su intérprete es una estúpida. ¿Ya está contento?".
Al ver su reacción tan impulsiva, por alguna extraña razón, él sonrió divertido. Incluso sus ojos estaban entrecerrados en una línea, y brillaban como estrellas sin dejar de observarla.
Preocupado de que ella volviera a lastimarse, la soltó y dijo en voz baja: "¡Ven conmigo!".
Luego salió del baño, sin esperarla.
Hannah se sintió desconcertada y se mordió el labio, tratando de contener sus lágrimas. Aunque no sabía adónde la iba a llevar, lo siguió sin dudarlo.
.....
Subieron al primer piso y al llegar a una puerta que estaba cerrada, William tocó un par de veces, entonces una voz varonil le dijo que podía pasar al interior. Al entrar, ella se dio cuenta de que estaban en la enfermería.
Hannah se sentó para esperar hasta que el médico terminara de curar sus heridas, pero constantemente levantaba la cabeza para mirar a William, que permanecía parado en silencio a su lado. Todo el tiempo, sentía como si hubieran instalado un motor en su corazón y este corriera a la velocidad del rayo.