Capítulo 63
955palabras
2023-01-20 00:01
"¿Qué pasa?", me  preguntó frunciendo el ceño. Había un brillo inusual en sus ojos. No acertaba a decir si mis palabras habían ejercido un efecto sobre él o no, pero, de todos modos, no podía permanecer allí por más tiempo.
Era peligrosamente atractivo. Cualquier mujer sucumbiría ante sus encantos. 
Hacía mucho tiempo había desechado la idea de que fuéramos amantes, de modo que debería restringir nuestras interacciones. Incluso si dejara de estar presente en mi vida, me sobrepondría y me esforzaría por aprovechar la vida.

Aquel pensamiento me infundió serenidad.
"Nada. Simplemente de repente recordé que no he hecho ejercicio esta noche", mentí. "¿Crees que será mejor que no sude?"
Percibí un destello singular en su mirada, pero ignoraba qué pensamientos cruzaban por su mente en aquel momento.
Me miró sin musitar palabra. Los latidos de mi corazón se aceleraron.
Me preguntaba si habría descubierto que me negaba a aceptar que nuestras vidas tomaran caminos separados.
Si me interrogaba al respecto, ¿qué debería decirle? ¿Sería mejor comportarme con racionalidad y declarar que quería mantenerme alejada de él o tal vez sería más conveniente darle rienda suelta a mis emociones y afirmar con valentía que me agradaría mucho que pasáramos más tiempo juntos? ¿Sería preferible decirle que quería ser su mejor amiga?

Decidí que esta última opción definitivamente era la mejor. Le confesaría que quería ser su mejor amiga para siempre.
Mientras trataba de imaginar nerviosamente cuál sería su reacción, me entregó el ungüento y  me sugirió: "Será mejor que te abstengas de hacer ejercicio esta noche. Vuelve a casa y acuéstate temprano. Aplica el ungüento durante los próximos tres días, tanto por la mañana como por la noche. No te maquilles y reanuda mañana tu rutina de actividad física".
Me sentí aliviada de inmediato, aunque también un tanto decepcionada, pero ¿por qué lo estaba? Ni siquiera yo misma podía poner en orden mis pensamientos inconexos.
Cuando estaba a punto de salir de su casa noté que no había nada en la cocina, así que se me ocurrió algo.

"¡Qué buena idea!" De pie en el umbral de la puerta, me volví hacia él, que estaba de pie detrás de mí, y le dije: "Me gustaría prepararte la cena como gesto de agradecimiento por haberme proporcionado el medicamento. ¿Qué te parece?"
Sabía que su trabajo le absorbía demasiado. A veces regresaba temprano, mientras que en otras ocasiones lo hacía en medio de la noche. Al parecer no solía cocinar, pues muchas veces había visto en el bote de basura el paquete de sándwiches que compraba en la tienda de conveniencia.
Aquel amable y considerado caballero parecía incapaz de cuidar bien de sí mismo. Si bien sus acciones no le serían de gran ayuda, de todos modos podía prepararle la cena a guisa de agradecimiento por todo su apoyo y aliento.
Pareció sobresaltarse. Al cabo de unos segundos, asintió con la cabeza: "¡Eso sería magnífico!", exclamó.
Lo llevé con gran regocijo a mi casa y luego me puse manos a la obra. Mi nevera solía estar atiborrada de comida saludable, pero ignoraba sus preferencias gastronómicas, así que confié en mi instinto y le preparé un bistec, una tortilla francesa y una sopa de tomate.
Puesto que vivía sola no había muchos ingredientes en mi nevera de los que pudiera echar mano, así que traté de aprovechar de la mejor manera posible aquellos de los que disponía.
Deposité los alimentos en la mesa y me preparé un nutritivo plato de ensalada. Después de cocinar, de repente me di cuenta de que, a pesar de que debía estar descansando en la sala de estar, ya no estaba allí. En ese momento la puerta de mi dormitorio estaba abierta y la luz se hallaba encendida.
Estaba estupefacta. ¿Había entrado en mi habitación?
Recordé que aquella mañana, debido a la alergia que me aquejaba, había olvidado tender la cama. Debía estar hecha un completo desastre.
Rápidamente entré en mi alcoba, avergonzada, y lo encontré sentado en la cama hojeando una revista de modas. Debajo del cobertor, colocado descuidadamente sobre la cama, vi mi sostén de Mickey Mouse. Si inclinara su cabeza ligeramente seguramente lo descubriría. 
No podía permitir que supiera que todavía me gustaba usar ropa interior estampada con personajes de dibujos animados. Me sentiría demasiado avergonzada.
Me aproximé a Astepon frenéticamente y anuncié: "La cena está lista".
Me miró y cerró la revista. "Muchas gracias. Lo siento; solo vine a asegurarme de que no hubiera otros productos para el cuidado de la piel a los cuales fueras alérgica", se excusó.
"Está bien; no te preocupes", le dije mientras me acercaba a él moviéndome con rigidez. Miré el sostén de dibujos animados, preguntándome cómo podría esconderlo sin que se diera cuenta. Sin embargo, seguía mis movimientos con la mirada.
"¡No, aguarda!", grité mientras me precipitaba hacia él. Intenté hacer que volviera la cabeza, pero, desafortunadamente, subestimé mi velocidad y acabé derribándolo sobre la cama.
Escuché que soltaba un gemido cuando mi cara chocó con fuerza contra su pecho.
¡D*monios! ¡Seguramente el ungüento que tenía en la cara había manchado su ropa!
Me levanté presa del pánico y para colmo de males mi cabello se enganchó en los botones de su camisa, así que en cuanto me levanté me atrajo hacia él y mi rostro volvió a hundirse en su pecho.
"Lo...lo siento",  dije tartamudeando. "¡Mi cabello está enredado en los botones de tu camisa!"
La escena era rocambolesca. Jamás pensé que pudiera sucederme algo así.
Levanté mi torso con cautela, intentando desenredar mi cabello de los botones de su camisa, pero entonces mi teléfono celular sonó.
Estaba atónita. Era la melodía que había configurado especialmente para Tony.
¡Oh, Dios mío! Qué mala suerte que me hubiera llamado justo en ese momento.